domingo, 1 de diciembre de 2013

I DOMINGO DE ADVIENTO



Velad, esperad... estad preparados
Mt. 24, 37-44

Señoras y Señores: ¡Hoy empieza el Adviento! He de reconocer que me ha costado un poco darme cuenta porque por aquí escasean las luces por las calles y los villancicos, los belenes gigantes o las oraciones, convivencias y tablones parroquiales que te dan pistas y te preparan un poquito para este tiempo fuerte.
Pero si, también en medio del desierto, donde el dinero del mes no da para comprar árboles de navidad y los cristianos somos una gran minoría… también aquí empieza el Adviento.  Y, aunque me gustan mucho las guirnaldas y las figuritas de los Belenes, lo cierto es que esta “austeridad” en el contexto me obliga a ir al fondo de la cuestión: ¿Qué es realmente esto del Adviento?
Como siempre, es el Evangelio el que me recoloca un poco y me da las respuestas. Durante toda la semana he rumiado y rezado el texto de hoy y, una y otra vez, me quedo anclada en una palabra: Velad. Un verbo que resume la actitud  principal de nuestro corazón en este tiempo (estar atentos) y que a la vez esconde una certeza: el Señor vendrá.
Coincide que en esta época de mi vida, tengo ante mí un ejemplo muy potente de “gente que espera” y que me hace pensar mucho sobre la actitud que Jesús nos propone hoy. Los refugiados de Darfur llevan 10 años en Tchad y, sin embargo, la gran mayoría de ellos se aferra a su deseo de volver a la tierra que aman profundamente. Muchos llevan aquí casi los mismos años que vivieron en Sudán e incluso algunos se han casado y sus hijos han nacido y se han criado aquí…  Sin embargo, la gran mayoría quiere volver a su lugar de origen, esperan el día en el que la paz reine en su pueblo y puedan volver a casa… y, sobretodo, no dejan que nadie les arrebate ese sueño.
Pero, aunque ese deseo parece unánime en todos ellos, mi impresión es que una de las cosas que distingue a unos de otros es el modo en el que –consciente o  inconscientemente- viven este tiempo de espera.
Para algunos de ellos esta estancia en Tchad es simplemente un kit-kat, una pausa en medio de sus vidas, de sus proyectos…. Y, de alguna manera, “sobreviven” aquí en tanto que esperan que llegue la paz y el momento de volver a casa.
Otros, al contrario… siguen construyendo sus vidas aquí con el deseo de ir sentando las bases para el futuro: envían sus niños a la escuela y trabajan para que esta escuela sea la mejor posible. En algunas de las reuniones a las que asisto hablan de la importancia de la escuela y se recuerdan (nos recuerdan) que tenemos que invertir en la Educación, que ese es el único tesoro que se llevarán a su tierra… Que serán los niños, jóvenes y adultos educados y formados quienes puedan construir la paz en un pueblo que añoran desde hace tanto tiempo. Es decir, sueñan con el futuro pero se implican activamente en la construcción del presente que les llevará hasta allí.
De alguna manera siento que esa es una diferencia que puede también aplicarse a los cristianos (incluso los que nos decimos “comprometidos”) durante este tiempo de Adviento. Algunos esperan la Navidad y creen firmemente que el Señor viene para quedarse con nosotros; pero el Adviento es simplemente el tiempo que falta para que eso pase, no les cambia en nada… Otros viven intensamente estos días, preparan su corazón con mimo y cuidado para recibir al Señor a mesa puesta… (y otros, quizás, nos movemos un poco “entre pinto y valdemoro”).  Pero Jesús nos habla hoy “alto y claro” y nos propone una vez más la hoja de ruta: mirar al futuro pero viviendo el presente…  Nos invita a esperar activamente, a estar preparados (o, como diría San Ignacio de Loyola, “hacer todo como si dependiera de mi, pero sabiendo que al final todo depende del Señor”).
Así que, sea cual sea el telón de fondo de mi Adviento este año, yo me siento invitada una vez más a no darlo todo por sentado, a no apoltronarme en el sofá y simplemente “esperar que llegue”. Hoy Jesús me invita a escrudiñar la realidad para encontrar en ella las pistas que me hablan de su Reino… a limpiar las telarañas de mi corazón para hacer mucho, muchísimo hueco… porque el Amor llega, y llega en abundancia… y recibirlo no es algo que se improvise… ¿A qué te invita a ti?
¡Feliz Adviento!

Nade

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