miércoles, 30 de mayo de 2012

LOS DÍAS DIFÍCILES

Hoy no me he levantado con mucho ánimo. El trabajo atrasado parece no salir adelante como querría, las fuerzas flojean, la capacidad de salir hoy un poco de mí misma es minúscula, todo parece más complicado, y aquello a lo que hace días le daba una oportunidad, hoy, es una verdadera carga.
Sin embargo, parar agotada unos instantes me ha llevado a Él, a hacerle un hueco. Al principio confusa, agitada, enfadada por estar una vez más en ese punto ya conocido de egoísmo, reproche, impotencia y fragilidad que me hace tanto daño. Solamente con fuerzas para caer desplomada sobre sus brazos y sentir al instante su abrazo. ¡Por fin! No sabía que podía llegar hoy un momento así. Supongo que la experiencia de ser abrazada por gente que me quiere hace que Dios se haga presente también y muy especialmente de esta manera.
Cierro los ojos y me quedo ahí, sin prisa: protegida, escuchada, amada, perdonada. Con Él ha llegado el total silencio, la calma, de nuevo una respiración pausada. Vuelve la paz. Porque Dios está ahí, en el propio entendimiento, en la reconciliación, en esa pequeña palabra de aliento casi imperceptible. Y es Él quien me dice: Necesito de ti, así, no lo dudes más, no vayas más allá, te quiero (feliz si es posible), y pase lo que pase sigo aquí.

Fuente: Pastoraljs

lunes, 7 de mayo de 2012

GUARDIOLA SE VA


Todos, en mayor o menor grado, vamos construyendo con el tiempo el personaje en el que nos acabamos convirtiendo: el maestro simpático, la madre perfecta, el jesuita estrella, el periodista mediático, la escritora comprometida... Somos ese personaje y normalmente convivimos con él en un grado de identificación que podríamos considerar sano: les hace bien a los demás y a nosotros nos da consistencia y forma más allá del decorado. 
Pero puede suceder, ya sea porque el personaje se hace demasiado grande o porque nosotros de golpe nos sentimos incapaces, que esa distancia entre lo que somos y el rol que representamos deja de corresponderse y comienza a hacernos daño. Es lo que pasa cuando el personaje amenaza con engullir a la persona, que llega el momento de plantarse y decir basta; como Guardiola que justificó su renuncia diciendo: «me he vaciado y necesito llenarme.»
Me refiero al momento de dejar que el buen viñador coja las tijeras y nos pode los sarmientos que nos dan volumen sin darnos peso. Esos momentos llegan y, por mucho que nos desconcierten, no hay que tenerles miedo. ¿Habéis visto como queda la viña recién podada? Da auténtica pena, ¿verdad? Parece mentira que de algo tan raquítico, seco, retorcido... pueda obtenerse el néctar más fino y preciado de todos. Y algo así sucede, invariablemente, cada año.