domingo, 26 de abril de 2009

III DOMINGO DE PASCUA


En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo que comer?”. Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto”.

Lc. 24, 35-48

lunes, 20 de abril de 2009

SEMANA DE ACCIÓN MUNDIAL POR LA EDUCACIÓN


Del 20 al 26 de abril se celebra la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME 09), en esta ocasión con el lema: "Abre un libro, abre el mundo".
Os invitamos a entra en su página web y poner una firma por la educación. También podréis leer los relatos escritos por personas de todo el mundo.
El acto central en Salamanca será el miércoles 22, a las 12:00 horas, en Caja Duero.

domingo, 19 de abril de 2009

II DOMINGO DE PASCUA


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Jn. 20, 19-31

sábado, 11 de abril de 2009

SÁBADO SANTO


En la tierra nueva las casas no tienen llaves ni los muros rompen el mundo. Nadie está solo. No se habla mucho del amor, pero se ama con los ojos, las manos, y las entrañas. Las lágrimas son fértiles, la tristeza se ha ido para no regresar, y se ha llevado con ella la pesada carga del odio y los rencores, la violencia y el orgullo.
Es extraña la puerta que abre esa tierra: es la sangre derramada de quien se da sin límite, es la paciencia infinita de quien espera en la noche, es la pasión desmedida de un Dios entregado por sus hijos; nosotros, elegidos para habitar esa tierra nueva.

José M. R. Olaizola sj

viernes, 10 de abril de 2009

VIERNES SANTO


Creo en Dios, aunque muchos vivan como si estuviera muerto,
en el Dios que está donde alguien agoniza,
que pasa hambre, grita o muere a la intemperie.
Creo en el Dios Padre-Madre,
que no se cansa de aguantar a quien manipula, explota o asesina.
Creo en el Dios que es Amor,
y no entiende de revanchas ni de odios,
es Paz, y no quiere guerras,
es Libertad, y le duelen las cadenas y grilletes,
es Ternura, y le estremecen los gritos y las lágrimas.
Creo en el Dios de Jesús,
que hace renacer la vida
donde el ser humano fabrica una cruz o erige un calvario.
Creo en Jesús de Nazaret,
que nunca pactó con el poder y el dinero,
amó la verdad, aborreció la hipocresía,
se hizo amigo de cojos y ciegos y ajusticiados,
de los que no tienen voz,
de los que acusan y denuncian
la mala conciencia de mercaderes y políticos.
Creo en Jesús, que muere cuando un hombre mata,
que pasa hambre, cuando un niño no tiene pan,
que sufre soledad en el anciano abandonado,
que es condenado en el inocente atropellado en su derecho,
que grita y que llora, que reivindica y denuncia,
allí donde un ser humano reclama amor,
dignidad, derechos, justicia.
Creo en Jesús, que muere y resucita cada mañana,
donde alguien se juega el tipo
por quien está humillado.
Creo en quienes viven y mueren como Jesús,
en quienes aman y perdonan como Jesús,
en quienes hacen de su vida servicio, como Jesús.
Creo que entregar la vida es encontrar la Vida,
la que no muere,
la que merece la pena.

jueves, 9 de abril de 2009

JUEVES SANTO


¡Oh Dios! Envíanos locos, de los que se comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que aman con algo más que con palabras, de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin. Danos locos, chiflados, apasionados, hombres y mujeres capaces de dar el salto hacia la inseguridad, hacia la incertidumbre sorprendente de la pobreza; danos locos, que acepten diluirse en la masa sin pretensiones de erigirse un cascabel, que no utilicen su superioridad en su provecho. Danos locos, locos del presente, enamorados de una forma de vida sencilla, liberadores eficientes del oprimido, amantes de la paz, puros de conciencia, resueltos a nunca traicionar, capaces de aceptar cualquier tarea, de acudir donde sea, libres y obedientes, espontáneos y tenaces, dulces y fuertes. Danos locos, Señor, danos locos.

domingo, 5 de abril de 2009

DOMINGO DE RAMOS


Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los “pobres” y los “pecadores”, sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.
Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.
Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.
Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas
Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo “salvación” a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará “acogida” a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el “perdón” gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Ésta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.
Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras… porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.
Es indigno convertir la semana santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor “increíble” de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.

José Antonio Pagola