lunes, 22 de abril de 2013

EN EL HEROÍSMO COTIDIANO… APARECES


Con casi todos los grandes superhéroes ocurre lo mismo. En su día a día con personas aparentemente normales. Tienen su trabajo, su familia, sus amigos y alguna chica que anda detrás de ellos. Sin embargo ellos saben que, pese a esta normalidad, tienen unos poderes y una misión que les hace distintos del resto de la gente.
De repente llega un día en el que todo se vuelve en contra. Los malos de descontrolan y la humanidad peligra. Es entonces cuando llega su momento y tienen que salvar heroicamente a la humanidad. Pero pasado este día de triunfo, vuelven a su apariencia de siempre. Ya no usan ni la capa ni sus superpoderes. La gente ni siquiera sabe que son estos superhéroes y por supuesto no les dan las gracias ni les aplauden cuando llegan a la oficina. De hecho, en muchas ocasiones los hombres ni siquiera eran conscientes del grave peligro que corrían, como para encima enterarse de que les han librado de él.
Cuando llega el tiempo de Pascua, pienso que con Jesús nos ocurre muchas veces lo mismo. A veces se nos hace difícil creer que nos ha salvado, porque no somos conscientes de que peligrásemos ni de que necesitásemos una salvación. Además nuestra vida sigue desarrollándose igual que antes, y en lo aparente parece que nada ha cambiado después de su Resurrección.
Por ello quizá sea el momento de pararse a pensar en sobre qué y sobre quién ha vencido Jesús y también de qué nos ha salvado. Y por qué no, de buscarle en medio de nuestro ambiente, porque como un superhéroe que se ha quitado la capa, él sigue presente “pasando por uno de tantos”.

Dani Cuesta sj, en Pastoralsj


martes, 16 de abril de 2013

EN LA RISA APARECES



“El tiempo que uno pasa riendo es tiempo que pasa con los dioses” dice un proverbio japonés. Tal es el contento que provoca la risa que uno piensa que debe asemejarse a estar en una compañía divina. La distensión que una carcajada produce en el cuerpo y en el alma es tal que la risoterapia es vista ya como la medicina natural ideal para rebajar el estrés y mejorar el estado de ánimo, que buena falta hace. Sin embargo, no hay talleres de alegría y desconexión que, aun siendo estupendos, estén al mismo nivel que la 'explosión de gozo pascual' ante la resurrección. ¡Genial que la primera experiencia del Resucitado haya quedado asociada al regocijo extremo, el júbilo irrefrenable y el alborozo incontenible! Alegría con sabor a reencuentro, satisfacción por una victoria (ante la muerte, nada menos), gloria bendita. Señales ya inconfundibles de la Presencia misteriosa, no siempre palpable, pero probada, del Señor. Desde entonces el ruido de la risa floja, inexplicable y explosiva, nos avisará de que está cerca. Él también rió. Le gustaba la fiesta y la celebración.
Otros creyeron que habían ganado, que la ternura no tenía nada que hacer en este mundo… ¡qué ingenuos! Quien ríe el último… ¡ja! Ese gusto que se siente al final, y que podemos experimentar por adelantado, nadie nos lo va a quitar. La satisfacción de vislumbrar que de verdad ganan los buenos, el Bueno, y lo bueno. Lo mejor de lo mejor.
¿Tristes los cristianos? Naturalmente. Por tanto dolor, injusticia, prepotencia, malhumor, sonrisas superficiales y sardónicas; por tantas cosas contrarias al amor. Pero alegres en el Señor. Seguros de su triunfo, tranquilos por no tener que aparentar lo que no somos, sin miedo a fracasar, prontos para conversar como auténticos hermanos. ¡Qué alegría saberse salvados! ¡Qué gusto infinito poder ser simplemente humanos!

María Dolores López Guzmán, en Pastoralsj