lunes, 26 de abril de 2010

UN GRITO EN LA OSCURIDAD



Para los que tenemos problemas con el inglés, aquí esta una traducción:

"¿Podéis escucharme?"
"En tiempos como estos..."
"..tenemos que preguntarnos sobre cuestiones muy importantes."
"¿Cómo puedes tu, yo, nuestros amigos y nuestros hijos realmente creer que lo que vemos en la televisión y escuchamos en la radio es verdad?"
"¿Cómo sabemos que nuestras opiniones..."
"...son realmente nuestras?"
"¿Cómo podemos estar seguros de que las voces de los débiles son escuchadas y no atemorizadas en el silencio?"
"Yo puedo decirles cómo."
"Existe una persona a quien podemos agradecerle todo esto."
"Podemos agradecerle a esta persona el darnos nuevas perspectivas."
"Podemos agradecerle a esta persona el darnos una elección"
"Esta persona nos da una alternativa a la uniformidad..."
"..y al pensamiento a corto plazo."
"Le debemos a esta persona..."
"..hacer que un día ordinario sea algo especial."
"Un día en que nos levantamos de nuestro sofá de la tele y digamos:"
"He cambiado de opinión."
"Hay una sola palabra que hace justicia a esa persona:"
"Héroe."
"Gracias."

sábado, 24 de abril de 2010

IV DOMINGO DE PASCUA


En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”.

Jn. 10, 27-30

martes, 20 de abril de 2010

TÚ SABES QUE TE QUIERO


Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.

A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.

A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.

A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.

A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.

A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.

A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.

A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.

Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.

Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.

Florentino Ulibarri

domingo, 18 de abril de 2010

III DOMINGO DE PASCUA


En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: “Me voy a pescar”. Ellos contestan: “Vamos también nosotros contigo”. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”. Ellos contestaron: “No”. Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor”.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: “Vamos, almorzad”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”.
Por segunda vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Él le dice: “Pastorea mis ovejas”.
Por tercera vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras2. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”.

Jn. 21, 1-19

domingo, 11 de abril de 2010

II DOMINGO DE PASCUA


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Jn. 20, 19-31

domingo, 4 de abril de 2010

¡¡¡RESUCITÓ!!!


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Jn. 20, 1-9

sábado, 3 de abril de 2010

SÁBADO SANTO


Tras la muerte, el sábado santo nos va metiendo en una dinámica de la vida en la que reconocemos que Dios tiene derecho a callar. Que hay que convivir con aquellas situaciones en las que uno no encuentra respuesta, no encuentra sentido. Siempre queremos que Dios hable; incluso antes de hacer las cosas queremos saber su significado. El silencio del sábado santo nos homologa a todas las criaturas. Además, normalmente se encuentra a Dios después de muchas historias. Soportar, callar, vivir los silencios... hace vivir una fe adulta; es el sábado santo. Quienes acogen su silencio, con esperanza y fidelidad en las horas grises y rutinarias, son las gentes del sábado santo.
El día del sábado santo es un día en el que no hay mucho que decir. Es un tiempo de esperar cuando parece que hasta es lo menos sensato.

viernes, 2 de abril de 2010

VIERNES SANTO


Entregaste tu vida del todo, sufriste humillación, dolor, abandono y pena. Se mofaron de ti, se burlaron y te dejaron solo. Y tus amigos estaban asustados y lejos.
Así se cumplieron las escrituras, porque tu muerte estaba programada, pero no deja de conmovernos el ver tu entrega, tu generosidad radical al regalarnos tu vida.
Nos enseñaste una forma de estar en el mundo, la incondicionalidad del amor y la amista y la culminación de tu programa en la cruz. Gracias, Jesús, por todo lo que pasaste por nosotros.

jueves, 1 de abril de 2010

JUEVES SANTO


Tú nos dejaste un símbolo que nos une, que nos invita a entregarnos como tú, a vivir despegados y libre, sintiéndonos hermanos de toso los humanos.
Esa tarde que celebraste la gran fiesta de amigos, la repetimos en cada eucaristía y nos animamos a vivir una vida entregada como tú. Gracias por revitalizarnos el corazón y darnos pistas para vivir a tu estilo, haciendo realidad las bienaventuranzas, que construyen fraternidad, relaciones de igualdad, ternura derrochada y vida compartida. Con la fuerza de tu Espíritu todo es posible. Gracias, Dios, por tener mi vida entretejida con la tuya.