Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.
A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.
A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.
A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.
Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.
Florentino Ulibarri
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.
A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.
A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.
A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.
A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.
A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.
Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.
Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.
Florentino Ulibarri
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