lunes, 29 de junio de 2015

LA FE EN LA PLAZA


Jeb Bush, uno de los aspirantes a candidatos para la Casa Blanca del partido republicano, es un firme defensor de las empresas petrolíferas y continúa negando que la acción humana sea una causa del cambio climático. Como se convirtió al catolicismo, en seguida le preguntaron qué pensaba de la encíclica Laudato Si', que tan directamente llama a cambios políticos y de actitudes para evitar que sigamos esquilmando nuestro planeta. Su respuesta fue que él no deja que lo que digan obispos y cardenales afecte a sus políticas, pues la fe pertenece a la vida privada de cada uno.
Esta es la misma respuesta que tanto creyentes como no creyentes, personas de izquierdas o de derechas dan cuando la Iglesia cuestiona sus prácticas u opiniones, ya sea sobre ecología, sexualidad, propiedad privada, educación o cualquier otro ámbito de la vida. Cuando alguien de la Iglesia dice algo que no nos gusta, basta con decirles que se queden en la sacristía.
Pero es innegable que la fe, toda fe, tiene una dimensión social y política. Las religiones tienen valores que aportar al debate de la Polis. Y si las silenciamos, todos perdemos. También es verdad que las comunidades creyentes tienen que hacer autocrítica sobre cómo participan en esta construcción cada vez más plural que llamamos sociedad. La autoridad moral ya no viene dada por tener una mitra en la cabeza, ser un ayatolá o el rabino más anciano. Francisco es escuchado porque propone sin imponer y tiene un discurso pegado a la realidad. La voz en el areópago contemporáneo se logra con la humildad del que se sabe uno más en un todo mayor y muy diverso, pero sin renunciar a la fuerza que da el saber que se propone desde una fe, desde una opción que da sentido a muchas vidas.
Javier Montes sj en Pastoralsj

lunes, 15 de junio de 2015

NEGARSE A NO CREER


Andamos necesitados de buenas noticias. En un mundo como el nuestro, donde estremece el grado de locura al que se está llegando. 147 estudiantes asesinados de manera brutal. Un piloto que se suicida llevándose con él a todo el pasaje. Ecos mediáticos diferentes, que publicitan mucho unas muertes y pasan de puntillas por otras. Desahucios anónimos. Violencias en el hogar. Tanto dolor...
Por eso hoy, más que nunca, se nos vuelve urgente recuperar la capacidad de buscar las semillas de algo bueno. Queremos creer que el amor tiene la victoria final. Y que la Vida se impondrá. Necesitamos poner la mirada en los signos que apuntan motivos para la esperanza, incombustible, eterna, definitiva. Porque, aunque no llenarán titulares, hay también motivos para la fe y la confianza en el ser humano, en Dios que alienta en nuestro interior, y en una historia que ojalá nos conduzca hacia cotas mucho mayores de humanidad y ternura aquí, y a la plenitud allá (donde quiera que sea ese Allá).
A cada dosis de odio tenemos que responder con un corazón humano.  A cada palabra hiriente, con una declaración de perdón. A cada golpe, con la negación a entrar en la espiral de la violencia. A cada salvajada, con un acto de fe en las personas.  A cada frase de escepticismo ante el ser humano y Dios, con el riesgo de creer.
Y al creer, quizás, veremos.

lunes, 8 de junio de 2015

MOSAICO HUMANO


Estamos ante un libro distinto, tanto en la forma como en el fondo. Con una mezcla de estilos literarios diversos -artículos breves, mensajes de twitter, microcuentos, oraciones-, el autor nos ofrece una mirada creyente, profunda y perspicaz sobre nuestro mundo, la realidad humana, los medios de comunicación, el amor, la fe y la Iglesia. Junto a ello, nos encontramos con un recorrido por twitter de los momentos claves del año litúrgico, y un conjunto de oraciones que nos prestan palabras para acercarnos a Dios desde las distintas realidades cotidianas.  Ahora que se acerca el verano, éste puede ser un buen libro para disfrutar poco a poco. Además muchos de sus artículos pueden ayudar a la reflexión y el dialogo en comunidades y grupos cristianos.

“Vivimos en sociedades que no fomentan la hondura, sino lo inmediato. No ayudan a trabajar lo profundo, sino a vivir en superficies por las que es fácil pasar sin dejar huella. Este es el riesgo. Noticias que se desvanece. Titulares sin contenido. Sentimientos sin historia. Urgencias sin proceso. Afirmaciones sin proyecto. Vidas sin argumento.  Fe sin preguntas. Tormentas sin ancla. Pero, frente a ese riesgo, existe la posibilidad de aprender a pensar, sentir de otro modo, creer de verdad, escuchar en el silencio y buscar lo importante. Que no sea por no intentarlo” (págs.. 84-85).