sábado, 21 de diciembre de 2013

¡CONFÍA!


Existe un juego muy conocido utilizado en las dinámicas de grupos para crear unión en el mismo. Se trata de formar un círculo de varias personas en pie rodeando a otra que se sitúa en el medio. Este individuo debe cerrar por completo los ojos y dejarse caer hacia cualquier lado confiando plenamente en sus compañeros. Estos le sostendrán evitando que se lastime pero acercándolo lo más cerca posible del suelo que le permitan sus fuerzas, para levantar posteriormente y comenzar de nuevo. Las personas colocadas en el medio deberán ir rotando.
Claro que siempre da mucho más vértigo lanzarse en paracaídas desde un avión, en parapente desde una colina o sujeto por una cuerda desde un puente. O, como Félix Baumgartner desde una cápsula en la estratosfera, eso sí es tener “bemoles” y confiar. Pero, para ser sinceros, pensar que te puedes dar un cogotazo sin ton ni son tampoco es agradable y cuesta dejarse caer y… confiar.
Sí, el miedo nos mantiene despiertos y alerta. No deja que seamos hojas secas de otoño volteadas por el viento sin control. Pero estar tan atorados y controlados por él nos hace ser también marionetas sin alma y sin corazón, preocupados por todo y por nada, y dejando a los demás que se busquen la vida como yo hago con la mía.
Controlarlo todo, absolutamente todo. ¡Eso es! Eso es lo que deseamos, en cada momento. Sintiéndonos como un superhéroe con poderes sobrenaturales. Pero he aquí que no lo somos. Y la frustración nos machaca, como la muela del molino sobre el trigo.
Sin embargo, hay una mano de madre y de padre que nos sostiene fuerte y nos acaricia suave, que nos anima a caminar sin dejar de hacerlo a nuestro lado, guiándonos.
Y no habrá que despreocuparse y dejar los problemas para que los solucionen otros. Tampoco funciona el “yo no valgo, yo no sé, no soy capaz…” Sabiendo y conociendo nuestras limitaciones podemos ser creadores, dadores de vida. Si al chico perdido o al mayor desahuciado le das una responsabilidad con confianza plena, te sorprenderás de los que es capaz, él o ella también. Y lo mejor es que no hay vuelta atrás. Un nuevo camino se ve por delante. Y mucho por hacer.
Cada día una lucha, con nuevo afán. Por algo nuevo o algo viejo que se renueva con más fuerza aún, siempre un impulso hacia adelante.
Saber que Él está ahí, confiando plenamente en mí. ¿Y yo confío?
¡Confía!
José Javier Redero Madruga

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