lunes, 24 de junio de 2013

CONFIRMACIONES EN EL MILAGRO: HOMBRES Y MUJERES PARA LOS DEMÁS

Y después de dos años -que se dice pronto-, después de dos años intensos, cortos  y completamente fantásticos he llegado hasta lo que al principio me parecía el final del camino; el final que estaba en el horizonte y que realmente pensé que no llegaría tan pronto: la Confirmación, nuestra Confirmación.
Ahora sé que, por supuesto, no es el final de nada; sólo de una etapa, como de otras tantas que todos vivimos en la vida. Una etapa preciosa, ciertamente, pero al fin y al cabo era eso: una etapa de preparación que se acabaría en un futuro, pero que deja paso al camino de la fe y de la vida. Y es que realmente estos años tan cruciales me han enseñado a vivir. Y lo que más agradezco -pues lo considero el regalo importante de todo esto-, a vivir con Dios, a vivir mi fe.
La verdad es que llegar hasta aquí me costó un poco. Al principio no estaba nada emocionada con venir a catequesis. Realmente no tenía ningún tipo de ilusión. Pero no sé por qué razón continué con mi vida en el Milagro, pues yo estoy en Scout, y eso sí que siempre me ha gustado bastante, pues es ahí donde realmente he dado mis primeros pasos hacia lo que hoy en día soy y en lo que hoy en día creo.
En Scout me han enseñado a servir; me han enseñado a estar siempre lista para ayudar en lo que esté en mi mano; me han enseñado a vivir con alegría, a compartir sin esperar nada a cambio, a creer que un mundo mejor es posible. Me han dado mis raíces, mis cimientos. Y por eso siempre voy a ser de color azul y rojo. Por eso, cuando incluso pasen 60 años, me seguiré considerando Scout de corazón, pues el giro lo he dado con ellos. El salto lo he dado gracias a ellos.
Gracias a personas de Scout empecé a conectarme realmente con la Parroquia. Gracias a personas que me han enseñado mucho más de lo que puedo poner aquí. Me han enseñado a amar de corazón a todo, a todos y a todas. Y comprender un poco más ese AMOR con mayúsculas que es nuestro Dios bueno y grande. Gracias a esas personas he conocido a otras dentro del Milagro y dentro de mi grupo de catequesis, que ya han acabado por trastocar y transformar mi corazón.
En esos dos años, gracias a lo que estas personas me han enseñado, he tenido experiencias muy confusas, muy extrañas para mí. Y es que es bien sabido que no es fácil de explicar lo que estoy tratando de explicar: una experiencia peculiar y maravillosamente cálida.
Un día te levantas y miras todo con ojos nuevos. Y te das cuenta de que Dios te habla, que te ha hablado todas esas veces que has sentido cosas que no podías explicar. Que te ha hablado a través de los Scout, a través de la parroquia, a través de tu familia, tus amigos. E incluso a través de gente que no conoces de nada. Que incluso te habla sin rostros y sin nombres, con sensaciones que no son de este mundo, que francamente conmueven y muchas veces dan miedo. Y te acribillan las dudas, aunque eso es imprescindible e inevitable. Pero aun así, después de todo viene una consolación y un sentimiento de cariño que yo con mis pobres palabras no puedo explicar. Una calidez pletórica, inmensa y profunda. Y comprendes que ya no quieres ni puedes alejarte de su amor, ni de Él.
El día de mi Confirmación significo ponerme delante de Dios y reafirmar que quiero seguir en su amor, en su cariño, en su camino y en su enseñanza. Que quiero vivir como Jesús. Que sólo quiero amar y servir. Que quiero dejarme guiar, que quiero que me guíe él.
Para mí, la Confirmación fue avanzar hacia eso, pues los dos años antes del día 1 de Junio realmente habían sido para aprender y para conocer mejor. Aunque ya en este último había empezado a vivir como realmente quería, es decir, como realmente sentí que quería Dios que viviera, a hacer por él lo que me pidiera. Es algo tan grande que seduce. No podría explicarlo mejor.
Y poder compartirlo con la gente que me ha enseñado y me ha visto crecer ha sido un punto fuerte para mí, pues han hecho crecer con creces mi esperanza. Mi fe.
Lo único que tengo claro en esta vida es que quiero vivir el evangelio, como tantos otros. Como mis compañeros de comunidad, como mis amigos de corazón, como los apóstoles. Como Cristo, en definitiva. Mi futuro es incierto, pues no sé cómo canalizar todo esto. No sé por qué camino ir. Pero sinceramente, eso no me preocupa. Hubo momentos en que sí, en que tenía tanto miedo por no poder responder al Señor que de alguna manera me cerré en banda e intenté apartarlo un poco del camino. Pero ahora francamente no me preocupa, porque sé que de la mano de Dios nada puede ir mal. Que Él estará conmigo hasta el fin del mundo. Además, como quien dice, acabo de comenzar mi camino de la fe. Así que te digo, Señor, ¡qué se haga en mí tu voluntad!
Aunque ya nada, nada nos separara.
Sandra Sevilla Ortiz

No hay comentarios: