lunes, 17 de junio de 2013

CONFIRMACIONES EN EL MILAGRO: HOMBRES Y MUJERES PARA LOS DEMÁS


Quizás es algo presuntuoso, pero al echar la mirada atrás y pensar en el camino recorrido vemos que nuestra experiencia no se aleja mucho de lo que vivieron aquellos primeros discípulos que se reunían junto a Jesús en Galilea. Para empezar, cada uno de nosotros traía una historia distinta antes de comenzar a formar parte del grupo: unos éramos amigos del colegio; otros nos habíamos visto alguna vez por el barrio; los que más, ni nos conocíamos… Sin embargo, el Señor se fue valiendo de personas y pequeños encuentros para irnos llamando a cada uno por nuestro nombre y a nuestro tiempo.
Como aquellos pescadores, al principio ninguno de nosotros tenía muy claro hacia dónde íbamos o por qué estábamos en el grupo. Es posible que inicialmente nos dejáramos llevar por cosas que, a priori, no tenían mucho que ver con lo que Él trataba de contarnos: el grupo, los amigos, el “me lo ha sugerido mi abuela” o el “ha insistido tanto en que me apunte, que voy a ir un día para ver qué tal". Sin embargo, había un “algo” inexplicable en aquel hombre de Nazaret, en lo que decía, en cómo que vivía…  que nos dejamos llevar.
Poco a poco fuimos comprendiendo algo más de su  mensaje. Las actividades, los compañeros, y sobre todo la comunidad del Milagro, fueron acompañando nuestro camino de encuentro con el Señor y atravesando nuestra vida.  Y al conocerle más, mayor era nuestro deseo de amarle más y seguirle más.
Todo ello no habría sido posible sin lo vivido estos años. Cada domingo nos reuníamos para aprender un poco más sobre su Palabra e ir compartiendo lo vivido y lo rezado. A esto se unían otras muchas actividades con el grupo: convivencias, cenas, salidas al campo, experiencias...  Nuestro Centro Juvenil y también nuestra parroquia tienen mucha vida. Por eso, en este tiempo hemos podido compartir también muchos momentos con todos los jóvenes (y no tan jóvenes) del Milagro: Pascuas, Javieradas, Eucaristías, voluntariados, teatro, scouts, etc.
De forma más concreta, en el último año hemos tenido una preparación más específica de cara a la Confirmación. Al empezar el curso nos preguntábamos ¿qué significa confirmarse? Y sabíamos que la respuesta venía de la mano de otra pregunta más importante aún: ¿qué quiere Dios para mi vida?
Ha sido un año muy intenso, pero también muy especial. A lo largo del curso recibimos algunas catequesis específicas sobre el sacramento (su significado, su proceso), empezamos con nuestro acompañamiento personal y llevamos a cabo algunos encuentros con otras personas que nos dieron su testimonio de fe. Entre ellos, uno muy especial con nuestro obispo don Carlos.
Y así, en algún momento del camino empezamos a tomar consciencia de que, a través de Jesús, Dios nos había hecho una promesa: “yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Una promesa que se cumpliría poco después. Casi sin darnos cuenta, llegó el día 1 de junio: el día en que recibimos el Espíritu Santo, el día en que celebramos nuestra Confirmación rodeados de la familia, de los amigos y de toda la comunidad.
Y entonces, como aquellos discípulos de Nazaret, nos dimos cuenta de que esta aventura sólo acaba de empezar. Ahora, como antaño, nos toca ir por el mundo. Él nos ha enviado su fuerza para que para que “seamos sus testigos en Jerusalén, en Galilea y hasta los confines de la tierra” (Hech 1, 8), portadores de su buena noticia, hombres y mujeres para los demás.
Así han vivido este camino dos de las jóvenes que se acaban de confirmar. Al leer sus palabras también podemos decir, con ellas, que "el Señor ha estado grande con nosotros". Y por eso "estamos alegres" (Salmo 125).

Nadezhna Castellano Sosa

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