Ciegos. Y no me refiero a las personas invidentes, aquellas que por alguna alteración física ajena a su voluntad no pueden ver. No, ellos al menos, tienen la capacidad de desarrollar el resto de sus sentidos para suplir su carencia.
Me refiero a otro tipo de ciegos: éstos han decidido adquirir una ceguera que les libere del "lastre" de la implicación. Su alteración no responde a trastornos físicos, sino más bien a un corazón cerrado ante aquellas realidades que no nos resultan agradables. Por suerte, muchos de estos ciegos son (somos) temporales y suelen rehabilitarse con unas dosis de humanidad y misericordia.
Los factores predisponentes para este tipo de ceguera son:
1) Miedo a la implicación y a las responsabilidades: cuyos efectos secundarios corresponden con indiferencia ante el dolor de los otros o ante cualquier situación que exija una respuesta por mi parte.
2) Superficialidad: falta de hondura alimentada por las prisas, la pereza, el egoísmo, la mediocridad entendida como conformarse con lo menos....
3) Falta de empatía: este síntoma suele unirse al primero y desembocar en un cuadro agudo de egoísmo y desinterés por los problemas de otros.
Este mal, conocido también como "mal del espectador" (por tratarse de una mirada que sólo observa sin actuar, sin implicarse), consigue superarse con algunos ingredientes: unas cucharadas de entrega, un puñado de dedicación y unos pedacitos de la mirada de Dios. Todos estos ingredientes acompañados de una gran dosis de amor, consiguen una mirada transformadora, esperanzada.
Señor, me descubro ciega cuando la pereza se hace más fuerte que las ganas, cuando giro la mirada ante aquello que me invita a implicarme, cuando me quedo en las etiquetas de las personas, cuando me abandono a la indiferencia... Señor, enséñame a mirar. Que tu mirada crítica, soñadora, misericordiosa... nos impulse a acercarnos a las realidades más olvidadas, nos anime a abrir los ojos de otros, nos acerque más a tu Reino y se convierta en herramienta para lograr un mundo más humano y solidario, porque la mirada del que ama lo cambia todo.
Laura García
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