¿Qué es Atalaya? ¿Cómo definirlo? Atalaya es un mundo donde cabe todo y todos. Es un mundo de ilusiones, de emociones, de sueños, de risas, de lloros, de alegrías, de tristezas, de dudas, de preguntas, de responsabilidad, de satisfacción. Atalaya es un mundo de contrastes. En Atalaya podrás encontrarte muchas cosas, pero de lo que puedes estar seguro es que ninguna te dejará indiferente.
Nervios e incertidumbre para empezar, con muchas dudas y muchas preguntas: ¿Qué me voy a encontrar? ¿Qué voy a ser capaz de ofrecer? ¿Qué me va a aportar?
Llegué a Atalaya con mucha ilusión por conocer una realidad diferente y confiando en que podía aportar cosas (no sabía cuáles) a los niños. Pero la realidad superó mis expectativas.
Lo que más me sorprendió sin duda, la acogida. Pronto supe que lo que más necesitaban los niños no eran matemáticas, ni inglés, ni siquiera que fueras el "profe" más divertido, sólo necesitaban cariño.
Aprendí que tras cada niño hay una historia diferente y que todos sus comportamientos tienen un porqué. Aprendí a escuchar, a tener paciencia, a establecer empatía, pero sobre todo, aprendí a hacerme pequeña como ellos y a valorar cada pequeño gesto: sonreí ante una sonrisa, lloré ante un abrazo y me llené por dentro con solo una mirada.
Descubrí que podía dar alegría, diversión, servicio, risas, conocimientos, juegos. Descubrí que con una caricia, un abrazo, un momento de escucha, una sonrisa a tiempo, un "¿quieres jugar conmigo?" les daba todo lo que necesitaban. Descubrí otra realidad y me descubrí a mi misma. Descubrí que todo lo que podía aportarles se quedaba pequeño comparado con todo lo que estaba recibiendo: nunca había tenido esa sensación de plenitud, de no necesitar nada más que un abrazo de uno de ellos para seguir adelante.
Nervios e incertidumbre para empezar, con muchas dudas y muchas preguntas: ¿Qué me voy a encontrar? ¿Qué voy a ser capaz de ofrecer? ¿Qué me va a aportar?
Llegué a Atalaya con mucha ilusión por conocer una realidad diferente y confiando en que podía aportar cosas (no sabía cuáles) a los niños. Pero la realidad superó mis expectativas.
Lo que más me sorprendió sin duda, la acogida. Pronto supe que lo que más necesitaban los niños no eran matemáticas, ni inglés, ni siquiera que fueras el "profe" más divertido, sólo necesitaban cariño.
Aprendí que tras cada niño hay una historia diferente y que todos sus comportamientos tienen un porqué. Aprendí a escuchar, a tener paciencia, a establecer empatía, pero sobre todo, aprendí a hacerme pequeña como ellos y a valorar cada pequeño gesto: sonreí ante una sonrisa, lloré ante un abrazo y me llené por dentro con solo una mirada.
Descubrí que podía dar alegría, diversión, servicio, risas, conocimientos, juegos. Descubrí que con una caricia, un abrazo, un momento de escucha, una sonrisa a tiempo, un "¿quieres jugar conmigo?" les daba todo lo que necesitaban. Descubrí otra realidad y me descubrí a mi misma. Descubrí que todo lo que podía aportarles se quedaba pequeño comparado con todo lo que estaba recibiendo: nunca había tenido esa sensación de plenitud, de no necesitar nada más que un abrazo de uno de ellos para seguir adelante.
Laura García
1 comentario:
Muy bien Laura!
El año que viene, en vez de tres tenemos que ir treinta payá!
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