“Hay un tipo de amistad así. Que comparte miradas y proyectos. Que perdona y se siente perdonada por el que es mayor. Que comprende la fragilidad y la herida, y valora la fortaleza como talento compartido. Que está hecha de risa y compromiso, de lágrimas desveladas y brazos que apoyan. Una amistad de ternura y firmeza, de sinceridad compasiva, de novedad y rutina, de descanso y tarea, de crisis y renacer. Crece con el tiempo. También pasa por su infancia y por su adolescencia, por su idealismo jovial y por la sabiduría adulta. Se aquieta y se serena, pero sin gastarse. Tiene nombres, cada quien sabe cuáles. Y evoca historias, conversaciones gestos, encuentros, caminos cruzados y descruzados. Sabe abrazar, pero sin poseer. Sabe acoger, y también deja partir.”
José Mª Rodríguez Olaizola
“Ignacio de Loyola, nunca solo.”
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