lunes, 24 de marzo de 2014

VII ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ


Las recaídas duelen, destrozan, rompen, hieren... Pero Jesús nos muestra hoy que no nos podemos quedar ahí. Que si hay recaída también es porque antes hubo un esfuerzo, y triunfo, y retos, y valor. Aunque el futuro sea incierto, incluso aunque pueda caer otra vez. Siempre debemos seguir, reunir valor… Incluso si no vemos del todo claro que merezca la pena sufrir en vez de tirar la toalla.
Y hoy esto me habla a mí, mucho. Y es que, cuando se cae en algo una vez, y uno consigue levantarse, a menudo piensa que es para siempre. Pero la vida puede volver a superarte y la respuesta debería estar clara: levántate. La realidad es que las recaídas son muy duras, no es fácil llevar a la práctica un levántate por segunda vez, porque muchas veces dan ganas de rendirse, de no confiar, sobre todo en uno mismo. Pero es ahí justo donde coloco el mensaje: Si pudiste una vez, puedes una segunda vez, y una tercera porque no hay caída que el hombre no pueda soportar, y es característico del ser humano caer; porque somos frágiles, porque a pesar de ser guiados por uno más grande, a veces las oscuridades nos acechan, los miedos, las tentaciones, las propias inseguridades y también las enfermedades son un alto en el camino. Y nos hacen caer. Pero reunamos fuerzas, aprendamos de Jesús, que, en ese calvario, sigue enseñándonos que podemos, que debemos, que necesitamos levantarnos para seguir viviendo.
Al recaer es importante recordar que ya caímos una vez y que pudimos levantarnos, que el esfuerzo y el dolor mereció la pena. De nuevo, aunque la vida vuelva a ser dura, aunque nos vuelva a poder, debemos aprender a seguir adelante con los miedos, inseguridades, fracasos… reconociendo que Él nos quiere tal como somos y que en ese camino encontramos, como Jesús, personas que nos ayudan, que nos tienden la mano, y por supuesto, la oración que nos ayuda a crecer desde el interior y  nos da fuerza y valor. Las recaídas suele ser un momento de encuentro con uno mismo pero también de conocer a otros. De saber quiénes son nuestros amigos, nuestra familia, nuestros apoyos para levantarnos, razones con mucho peso para dar gracias a Dios en medio de todo ese sufrimiento y que nos demuestran que no estamos solos.
Como un compañero Jesuita me decía hace unos días, el camino de Jesús hasta la cruz está lleno de encuentros,  unos salvan y otros no son agradables (el encuentro con el suelo), pero todos son necesarios para valorar lo que se tiene en la vida, porque si nunca nos encontráramos con nuestros miedos, con nuestras inseguridades, con nuestra pequeñez y fragilidad tampoco sabríamos de todo lo que podemos ser capaces y todo lo bueno que la vida nos reserva.
Alicia Curto. Comunidad de Jóvenes "Ignacio Ellacuría"

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