¿Sabes? Como bien dice un gran amigo jesuita, uno piensa que cuando
crece las inseguridades y las incertidumbres irán disminuyendo, que esos miedos
de niño irán desapareciendo, que con el paso de los años te va creciendo a la espalda
poco a poco una capa mágica de súper héroe que te hace enfrentarte a cualquier
reto sin dudas, sin temblores, sin vacilaciones… que te hará dejar de caminar y
poder sobrevolar el camino que nos queda
por recorrer.
Pero no, ni mucho menos, la
vida en ocasiones te enfrenta a retos que te hacen darte cuenta que esa capa no
existe y que de súper héroes tenemos poco.
Que a pesar de los años que uno tenga, cuando uno camina tiene que
sentir como el asfalto quema, abrasa…
como la llanura se transforma en pendiente, como poco a poco los dolores son
cada vez más intensos, las fuerzas
comienzan a escasear, la mochila ahoga y el cuerpo experimenta esa sensación
que tan poco nos gusta sentir ni reconocer: dolor y fragilidad.
Y es justo en este momento donde aparece mi cruz, donde el dolor y la fragilidad dan lugar al miedo, porque a pesar de los años los
miedos no desaparecen, no, los miedos se acrecientan, paralizan, incluso en
este camino de la vida aparece alguno que nunca habíamos experimentado antes ¡quién
nos lo iba a decir!
Uno está acostumbrado en el patio del colegio a correr hacia un niño
que acaba de caer, cogerle de la mano, y mientras le pegas un gran achuchón y
le limpias las lágrimas decirle: “tranquilo
peque, no llores, no tengas miedo, no es nada, ya estoy yo aquí..." y por
arte de magia el llanto desaparece.
Por desgracia ya no corremos por los patios de los colegios, una pena,
pero sí que podemos llegar a llorar y
lloramos como niños. Como cuando has
caído y roto el pantalón tantas veces remendado, cuando te sientes derrotado en
el primer asalto sin que suene la campana, cuando el dolor inunda hasta la
parte más pequeña de tu corazón, cuando lloras por todo y por nada, cuando te
sientes tan solo como un pequeño granito de arena, cuando sientes tal miedo
ante el abismo que se te presenta, ante el futuro que te espera, que tus
piernas se paralizan y deciden no dar un paso más.
Pues bien, es justo en esos momentos cuando siento que alguien me
agarra la mano, me limpia las lágrimas, me abraza para consolarme y me dice: “tranquilo Gato, no llores, no tengas
miedo, no es nada, ya estoy yo aquí… yo cargaré con tu cruz”.
Ayer lo vi, ayer lo sentí… ayer sentí esa gran consolación. Ayer vi a
Jesús sonriendo en Javier, me sonreía y de inmediato supe que mi cruz pesaba
menos, mucho menos. Sentí que el miedo que me invade en estos momentos no
paralizaba, sino que se transformaba en fuerzas para enfrentarme al futuro con
valentía, con esperanza y con mucha fe. Vi claramente como Jesús cogía mi cruz
y hacía que por arte de magia mi llanto desapareciera, como el pequeño que
acaba de tropezar jugando al pilla pilla.
Hace unos días en la reunión que tuvimos con nuestros “pequeños y
pequeñas” Nuwanda hablábamos de los
miedos, las inseguridades y las incertidumbres que nos generaba el futuro, el
pensar qué será de nosotros dentro de unos cuantos años en todos los aspectos
de nuestra vida: estudios, trabajo, familia, amor, etc. Después de un buen rato
hablando sobre ello les hicimos la siguiente pregunta: “¿Y Dios qué te dice sobre todo esto cuando te habla?”. Seremos
monitores pero está claro que quienes tienen las respuestas son nuestros chicos
cuando nos dijeron: “lo tenemos claro, cuando
Dios nos habla nos dice: confía”.
Señor, doy gracias por tenerte a
mi lado, por saber que pase lo que pase y por lo mucho que queme el asfalto del
camino no voy solo en esta aventura. Sé que mis miedos, mis debilidades, mis
sombras y mi desolación pueden llegar a esfumarse en el
momento en el que Tú apareces, en el momento que tú agarras mi mano, limpias mi
mejilla, me abrazas y me ayudas a levantarme.
Ayer te vi, y sé que no fui el
único. Vi como cargabas con tu cruz que es la mía, pero sobre todo vi tu
sonrisa, vi como reías, no podía ser de otra manera, y escuché claramente como me susurrabas al
oído: “confía Gato, no tengas miedo… CONFÍA”.
Gato. Comunidad
de Jóvenes “Nuwanda”
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