En
la vida tenemos dos opciones: implicarnos con la realidad que tenemos a nuestro
alrededor o ser indiferentes. El Cireneo se implicó con Jesús y le ayudó. Y
Jesús, se deja ayudar. Ambos son signos de amor. El servicio y el amor van de
la mano: “En todo amar y servir”.
En
el camino de la Cuaresma, tenemos el
horizonte de la Pascua, de la llegada de la celebración de esos días que dan sentido a nuestra fe y a nuestra
forma de vivir la vida.
Esa
vida, que es un regalo de mucho valor, y que no podemos desperdiciar. Ante
nosotros, tenemos, cada día, un día más para hacer que cuente, para cambiar nuestra
trayectoria y enfocarnos en lo que realmente importa: el amor a los demás y el
amor a Dios.
Una
forma de demostrar ese amor es dedicando nuestra vida al servicio de los demás.
De los que tenemos más cerca, en nuestro día a día, actuando con amor, estando
atentos a las necesidades de nuestros familiares, de nuestros amigos, de
nuestros compañeros de estudio o de trabajo, de nuestros vecinos...y
cuidándonos unos a otros. Porque todo ese trabajo de cuidados diario, que entra
dentro de la burbuja de lo gratuito y de lo invisible, es imprescindible para
el desarrollo de la vida y para la sostenibilidad de la misma. Y ya que gratis
la hemos recibido, podemos contribuir a su desarrollo también de forma
gratuita. Hay un término que he aprendido hace poco, es el de la “energía
amorosa”, la energía de los cuidados del día a día que mueve el mundo, la
energía que pido a Dios que mueva mi mundo.
Otra
forma de dedicar nuestra vida al servicio de los demás es implicarnos con las realidades
de los que están más lejos, no ser indiferentes, sino personas activas,
responsables y comprometidas, que participan en propuestas de cambio para lograr
un mundo más justo. Si nos sentimos
llamados a realizar una labor humanitaria, un voluntariado o a colaborar con
proyectos en nuestro entorno o en otra parte del mundo que pretendan reducir la
injusticia social, podemos convertirnos también en Cireneos. Al conocer
realidades muy distintas a las mías, he aprendido que al ponerme a la altura de
los más pequeños, es más fácil sentir el amor de Dios y poder transmitirlo a
los demás.
Y
Jesús se dejó ayudar. Y Él sirve de ejemplo también para cuando nos sentimos
autosuficientes y no dejamos que el otro
nos eche una mano. O para cuando vamos a colaborar con un proyecto pensando que
vamos a “salvar” a los “más necesitados”. Y es que hay algo común a todo ser
humano que tenemos que desarrollar: nuestra capacidad para dar y recibir, para
ayudar y dejarnos ayudar, para amar y dejarnos amar, nuestra capacidad para
compartir VIDA.
“En
todo amar y servir”; siendo consciente de que estos dos verbos dan sentido a mi
vida y del gran regalo que recibo cada día, solo puedo ser feliz y vivir de
forma agradecida.
Diana García, CVX en Salamanca
1 comentario:
Precioso. Quiero recalcar lo importante que es también el dejarse ayudar, a veces enfocamos demasiado nuestra mirada en ayudar, eso nos hace sentir bien, sentirnos "héroes", buenos, imágenes de Jesús... pero no debemos olvidar esa otra parte que nos hace ser humildes admitiendo la ayuda y sintiéndonos necesitados y nos permite ser agradecidos al otro. Es duro, porque ahí es donde nuestro orgullo nos puede, "bajarnos a pedir ayuda, a que vean nuestra debilidad...", difícil.
Estoy muy agradecida a esta sección que en cada publicación abre mis ojos en algún aspecto.
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