Bécquer dijo una vez: “¿cómo la palabra, cómo un idioma grosero y
mezquino, incapaz a veces de describir las necesidades de la materia puede
servir de digno intérprete entre dos almas?”
Os confieso que hoy me siento así: he escrito y reescrito ideas sobre
este texto y siento que ninguna termina de transmitir lo que siente mi corazón
al leerlo. Quizás es que estoy poco inspirada… o igual es que tengo poco que
añadir a lo que el Evangelio nos cuenta esta semana… Pero la verdad es que,
cuando leo el fragmento de este domingo, cuando lo rezo tranquilamente o con
prisas, me quedo una y otra vez en una sola frase… en tres palabras que me
sobrecogen por el gran secreto que guardan, que me emocionan y me sobrepasan
por el Amor que hay en ellas, tres palabras que me transforman por todo lo que
implican… Tres palabras, sólo tres palabras que son la clave de todo:
Dios CON nosotros
Así que (a riesgo de no renovar mi contrato de comentarista de
Evangelios) hoy no haré un comentario…
he decidido dejaros a solas con estas palabras, dejar que sea Dios quien os hable directamente y no
interferir con mi comentario… Os invito
a que busquéis un rato para rezarlas tranquilamente, para gustarlas, para
sentir lo que significan para vosotros… Ojalá, a través de ellas, el Señor
pueda encontrar una vez más el camino
para tocar vuestro corazón como ha tocado el mío.
¡Feliz Navidad a todos!
Nade
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