No hay nada más bonito
y sobrecogedor que la felicidad que genera un recién nacido en una familia.
Durante las semanas previas se quiere tener todo preparado, la habitación, la
ropita, la cuna… y el deseo de que al fin nazca va marcando todos los minutos. En
ese tiempo te vas haciendo consciente de que tu vida va a cambiar radicalmente
porque ya no vas a mirar sólo por tus ojos, vas a ver también por los ojos de
ese niño que cuando te mire te va a devolver esa mirada inocente, llena de
bondad, esa mirada dispuesta a descubrir y maravillarse con la creación.
Para mí eso es el
adviento. Es el ir adecuando mi corazón, limpiándolo, sacando los trastos
viejos o inservibles, haciendo de él un
hogar para que el Niño more. Pero sobre todo es desear que lo trasforme todo en
nuevo para que reaprenda a mirarle y mirar a su creación con su mirada inocente
y bondadosa, que ilumina y pacifica.
Esto te lleva a querer
hacer felices a todos lo que te rodean (tu familia, amigos, compañeros de
trabajo) y vivir con verdadera alegría la Navidad. Pero, sobre todo, dejarte afectar por Él y por toda la realidad
que nos rodea y seguir buscando que caminos son los que nos llevan a Él y a Belén
para adorarle.
Leticia Hermida, CVX A Coruña
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