Existe un juego muy
conocido utilizado en las dinámicas de grupos para crear unión en el mismo. Se
trata de formar un círculo de varias personas en pie rodeando a otra que se
sitúa en el medio. Este individuo debe cerrar por completo los ojos y dejarse
caer hacia cualquier lado confiando plenamente en sus compañeros. Estos le
sostendrán evitando que se lastime pero acercándolo lo más cerca posible del
suelo que le permitan sus fuerzas, para levantar posteriormente y comenzar de
nuevo. Las personas colocadas en el medio deberán ir rotando.
Claro
que siempre da mucho más vértigo lanzarse en paracaídas desde un avión, en
parapente desde una colina o sujeto por una cuerda desde un puente. O, como Félix
Baumgartner desde una cápsula en la estratosfera, eso sí es tener “bemoles” y
confiar. Pero, para ser sinceros, pensar que te puedes dar un cogotazo sin ton
ni son tampoco es agradable y cuesta dejarse caer y… confiar.
Sí, el
miedo nos mantiene despiertos y alerta. No deja que seamos hojas secas de otoño
volteadas por el viento sin control. Pero estar tan atorados y controlados por
él nos hace ser también marionetas sin alma y sin corazón, preocupados por todo
y por nada, y dejando a los demás que se busquen la vida como yo hago con la
mía.
Controlarlo
todo, absolutamente todo. ¡Eso es! Eso es lo que deseamos, en cada momento.
Sintiéndonos como un superhéroe con poderes sobrenaturales. Pero he aquí que no
lo somos. Y la frustración nos machaca, como la muela del molino sobre el
trigo.
Sin
embargo, hay una mano de madre y de padre que nos sostiene fuerte y nos
acaricia suave, que nos anima a caminar sin dejar de hacerlo a nuestro lado,
guiándonos.
Y no
habrá que despreocuparse y dejar los problemas para que los solucionen otros.
Tampoco funciona el “yo no valgo, yo no sé, no soy capaz…” Sabiendo y
conociendo nuestras limitaciones podemos ser creadores, dadores de vida. Si al
chico perdido o al mayor desahuciado le das una responsabilidad con confianza
plena, te sorprenderás de los que es capaz, él o ella también. Y lo mejor es
que no hay vuelta atrás. Un nuevo camino se ve por delante. Y mucho por hacer.
Cada
día una lucha, con nuevo afán. Por algo nuevo o algo viejo que se renueva con
más fuerza aún, siempre un impulso hacia adelante.
Saber
que Él está ahí, confiando plenamente en mí. ¿Y yo confío?
¡Confía!
José Javier Redero Madruga
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