Un hombre
de negocios, con agenda llena pero con una vida personal y familiar más bien
vacía, se topa en la carretera con un joven con síndrome de Down que también
tiene su historia. Juntos contarán los días y descubrirán todo lo que Dios ha
creado y recreado para ellos. La película nos invita a hacer un alto en el
camino, a revisar nuestros días con sus aciertos y desaciertos, a abrirnos a lo
nuevo, a lo no explorado, a lo que suena imposible o ilógico como el “octavo
día de la semana”. Una película que nos recuerda aquel texto del Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el
sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar,
tiempo de arrancar lo plantado; tiempo
de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo
de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar”
(Ecl. 3, 1-4)
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