La urgencia le obliga a actuar rápido. Son pocos los segundos que tiene el padre, una vez que es consciente de la situación, para decidir salvar a su hijo o al resto de la humanidad. Quizá actuase de forma automática, quizá no tuvo tiempo para pensar en nada. Pero, ¿por qué no pensar que, a pesar del dolor, tenía claro que su deber era entregar al niño en favor de tantos hijos, y tantas madres, y tantas familias, tantas vidas que estaban en su mano?
Sin embargo Dios, Tú tuviste todo el tiempo para
pensar tu decisión, para buscar el mejor final para la historia. Y encontraste
el mejor principio. Decidiste que la mejor manera era la entrega. Una vez más.
Como entrega era lo que había caracterizado a la vida de Tu Hijo, entrega sería
lo que caracterizase su muerte. Entrega en vida y entrega en muerte. Entrega
hasta el final.
Y es esa entrega la que hace que la muerte no sea un
sinsentido. Que no lo fuera entonces y que no lo sea ahora. Esa muerte nos
habla de amor llevado al extremo. Me desbordas, Señor. Me desborda que tu propuesta
de amor sea hasta el extremo. ¿Por qué tuviste que llegar hasta el final? A mí
ya me había quedado clara tu lógica: el perdón, el lavar los pies, el estar al
lado de los olvidados. ¿Era necesario tanto sufrimiento?
Y por otra parte, Tú también tuviste que sufrir. Sé
que sufrirías al ver a tu hijo solo, maltratado, despreciado, crucificado.
Sufrirías cuando clamaba mirando al cielo sintiéndose abandonado por su Padre.
Sufriste entonces y sigues sufriendo hoy, porque seguimos crucificándole.
Así que hoy es día de muerte. Porque junto a Jesús,
seguimos condenando a la cruz a muchos: a los que no tienen hogar, a los que no
optan a educación, a los que negamos la oportunidad de un futuro mejor. Y las “cruces
del sur” se mantienen por las “cruces del norte”: la cruz del egoísmo, de la
indiferencia, de la falta de compromiso… Son estas nuestras cruces las que
crucifican a otros.
Aun así y siendo día de cruz, es día también de
agradecimiento por la vida entregada, por el amor puesto en juego hasta sus
últimas consecuencias. Es día de contemplar la cruz, reconociendo en ella lo
que hay de carga y de dolor, pero también lo que hay de amor y de liberación
para todos los hombres, porque sí Él murió fue para regalarnos VIDA.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia
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