La lógica de Dios
El Domingo de Ramos suele ser una de las celebraciones de la Semana
Santa que más me conmueven… La liturgia de este día, la estructura de la
celebración, nos permite comprender un poco mejor la paradoja de los últimos
momentos de la vida de Jesús: empezamos cantando al ritmo de hosannas y santos,
batiendo olivos y palmas… pero, terminamos con la contemplación de la Pasión y
la muerte de Jesús. La alegría inicial se transforma en silencio e intimidad; mi
corazón se recoge y da un vuelco al escuchar “y en ese momento, exhaló el
Espíritu”… Contemplar a Dios colgado en la cruz, a ese a quien llamábamos
santo e hijo de Dios, muerto injustamente de la forma más dolorosa, me
descoloca por dentro.
El Domingo de Ramos es, para mí, un día clave para comprender que la
lógica de Dios es otra…
Fijémonos, por ejemplo, en la entrada en Jerusalén. ¿A quién vemos? A
un Jesús que viene de lejos, con el rostro cansado quizás por la intensidad de
los últimos días, yendo de aldea en aldea, encontrándose con unos y otros,
hablándoles de un Dios que desconocen; un hombre carismático, sonriente y cercano…
Muchos han visto en él a un gran profeta y hoy le aclaman como Rey. Un Rey que
entra en la Ciudad Santa… a lomos de un burro.
Hace unas semanas os contaba la potencia que tiene esta tierra de Dar
Tama (al este de Chad) para dibujar los escenarios de momentos bíblicos y
permitirme comprenderlos mejor. Una de las primeras imágenes que comprendí al
llegar a esta parte de Chad, es precisamente esa: Jesús montado en un burro
entrando en Jerusalén. Os pongo en contexto: a este lado del país la sociedad está
todavía profundamente marcada por las diferencias tribales y étnicas. Aquí
podemos encontrar a los hombres a lomos de 3 animales, y sólo viendo qué
animales tiene, puedes saber qué rol ocupa esa persona en sus tribus: quién
ostenta el poder, quién toma las decisiones, cómo tienes que dirigirte a ellos.
El camello, por ejemplo, es un animal de reyes; está reservado para los jefes
de los clanes y ligado a una figura de poder y autoridad tradicional… hay que
saber que sólo aquellas tribus más poderosas tienen camellos y que son animales
extremadamente caros. El caballo, por su parte, es también muy apreciado, pero
está ligado no a la autoridad sino al dinero; los miembros más ricos de la
comunidad son aquellos a quienes ves montados a caballo. Ni que decir tiene,
que las mujeres tienen prohibido montar en uno u otro animal porque eso
deshonraría a los hombres. Finalmente, tenemos el burro: un animal de carga, un
animal del que se dice que “no tiene muchas luces”, reservado para el trabajo
duro como el transporte de agua y leña, utilizado por los pobres y las mujeres…
Esta imagen no difiere mucho de la época en la que Jesús vivió… Y es
en ese contexto que, nuestro Dios Todopoderoso, decide que no quiere ni
camellos ni caballos… Él escoge un burro y, en su opción, se identifica
deliberadamente con los últimos de su tiempo… Como ha hecho desde su nacimiento
en Belén, cuando llega el momento de mostrarse Rey, lo hace de una forma que no
esperamos y, por tanto, nos cambia los esquemas. A veces me gusta decir que
nuestro Dios es un Dios provocador e irreverente (eso debieron de pensar muchos
de Jesús), pero es justamente ahí donde se cargan las tintas de su mensaje; es
ahí donde mejor veo lo que quiere decirnos…. Y es ahí donde me convence…
El Evangelio de hoy nos muestra que la Pasión está cargada también de
esas irreverencias: ¿qué Rey se pone delante cuando vienen a apresarlo, en
lugar de enviar a todos sus soldados a defenderle? ¿Qué hombre no se defiende
cuando vienen a apresarlo para matarle? ¿Qué amigo perdona a su amigo incluso
antes de que éste le haya traicionado no una sino 3 veces? ¿Qué acusado
poderoso no busca un batallón de abogados para defenderle de injurias y
calumnias?...
¿Qué Dios se entrega absolutamente a la muerte más indigna y
dolorosa por puro amor a una humanidad que le ha traicionado?
Contemplando la vida y la muerte de Jesús comprendemos que la lógica
de Dios es otra… que la felicidad más profunda, que el sentido de la vida se
juega en terrenos distintos al dinero, a la fuerza, al poder, a la imagen personal
o a la perfección de aquellos con quienes compartimos la vida. Es ese Dios el
que me seduce, es ese Dios que opta por mimetizarse con los últimos, que me
enseña que la vida sólo tiene sentido cuando se parte y se reparte, cuando se
pone al servicio cueste lo que cueste, cuando sirve para dignificar la vida de
los otros, cuando se ama sin límites… En su irreverencia, Jesús me convence de que
Él verdaderamente es el Camino, la Verdad y la Vida…
Que estos días de semana santa puedan servirnos a cada uno para
adentrarnos un poco más en esa lógica del Señor, ese que toma nuestra libertad
que a veces crucifica y construye en ella resurrección y vida. Feliz Semana
Santa a todos.
Nade, en estos días, extrañando mucho a mis milagreros desde el Chad
No hay comentarios:
Publicar un comentario