No puedo usar máscaras.
No puedo esconderme. Puedo engañarme a mi mismo, pero Dios me conoce en lo
profundo. En la oración, yo soy el que soy.
He oído varias veces que con
el Señor estamos ante una puerta con un pomo de nuestro lado, pero no del otro.
Él siempre quiere tener la puerta abierta, siempre nos espera. Mientras que
nosotros podemos decidir cerrando la puerta o abriéndola a nuestro antojo.
Haciendo caso omiso o escuchando si nos interesa.
En Getsemaní, en el
Huerto de los Olivos, Jesús ora y pide a sus discípulos que velen con él.
Quizás me duerma y me deje llevar por las distracciones, tareas y
preocupaciones.
Voy a poner en la oración
mi vida. Sin edulcorantes y sin máscaras. Él puso la vida en juego. Al menos, tengo
que intentarlo, sin dormirme, y convertir mi vida en luz.
José Javier Redero Madruga
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