FRAGILIDAD BUSCADA
Judas y Pedro. Dos personajes diferentes pero que
en un momento dado, a pesar de ser discípulos de Jesús, niegan a su Maestro.
Niegan a su Maestro, pero niegan también tantos momentos compartidos y la
realidad de un proyecto común con el que antes han vibrado, y que ahora, parece
convertirse más en una carga.
Pedro lo hace por miedo. Normal. El mensaje de
Jesús apasiona y compromete, pero dejarse la vida en el camino asusta. ¿Tú no
has tenido nunca miedo? Del “qué dirán”, del no encajar, de no saber responder,
de abandonar, de renunciar a demasiadas cosas…
Judas niega a Jesús porque no es lo que esperaba.
Quizá esperaba otro tipo de líder: un líder poderoso, uno al que lavarle los
pies, uno que responda a los ataques, que no se deje apresar tan fácil… ¿Cómo
reaccionas tú cuando lo que descubres no es lo que esperas? ¿Elaboras tu
religión a la carta quedándote con lo que te conviene? ¿Huyes? ¿Niegas?
Ambos, golpeados por la exigencia de una lógica que
les desborda (que nos desborda), fallan a Jesús, a su estilo y a sí mismos. Se
muestran frágiles. Lo son (lo somos, y menos mal). Es otro de sus rasgos
comunes. Son frágiles antes de negar a Jesús y lo son después. Tras su
traición, ambos sienten el peso de la culpa, pero reaccionan de manera
distinta: Pedro consigue levantarse, reponerse, aceptar su fragilidad; Judas no
puede soportar tal peso y cae.
Es complicado el tema de la fragilidad, porque en
nuestras cabezas se asocia con las connotaciones negativas de palabras como
debilidad, flojera, inferioridad. Y sin embargo, hay otra fragilidad que uno
abraza porque acerca a Dios. Es esa fragilidad de quien asume los fracasos y
las negaciones como parte de la vida (sin torturarse por ello, dándole su
importancia y su sentido), de quien no se sueña perfecto y no aspira a la
perfección. Fragilidad es saberse pequeño y quererse pequeño, para que Aquel
que es grande tenga la oportunidad de abrazarnos.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia
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