Este verano he tenido la oportunidad de vivir una
experiencia de esas que difícil se olvidan y de las que te ayudan a descubrir
nuevas crecer en el camino de la vida. Siempre he tenido la inquietud de salir
más allá del mundo más cercano que me rodea, conocer otras culturas y
religiones, otros países… así que cuando vi la propuesta de pasar tres semanas
en Argelia, me pareció perfecto aunque tenía algunos miedos como el idioma, la
inseguridad ante una cultura totalmente diferente y si era seguro para un
cristiano pasar un tiempo allí.
Fue terminar los exámenes, pasar tres días en casa
y volar hacia Argel junto con Javier. Durante el viaje nos preguntábamos qué
nos esperaría en los próximos días. Llegamos y nos acogieron en la comunidad de
Jesuitas: Damien, Georges, Lauren, Ricardo junto con Ángel que había llegado
unos días antes desde Salamanca y Claire desde Marsella (Francia).
Los primeros tres días los dedicamos a conocer la
ciudad, algunos apuntes básicos sobre el Islam, la labor de los Jesuitas y
otras comunidades religiosas en el país y cómo viven allí las pequeñas
comunidades de cristianos.
Las siguientes dos semanas por las mañanas las
dedicamos a nuestras tareas de voluntariado. Javier y yo ayudábamos en las
tareas de bricolaje en el CCU (Centro Cultural Universitario), una especie de
biblioteca y lugar de reunión social para universitarios. Claire daba clase de
perfeccionamiento de francés a un grupo de chicos y chicas universitarios con los que no solo compartimos el trabajo, ellos también
nos enseñaron la ciudad y tuvimos interesantes conversaciones de las que aprendimos
mucho mutuamente sobre cómo era nuestro día a días en cada país, las
costumbres, cómo se vive la religión… Coincidió que la mayoría de los días fue
el Ramadán, así pudimos acompañarles en ese tiempo más espiritual para los
musulmanes y escuchar sus sentimientos sobre este tiempo.
Por las tardes solíamos descansar y celebrar la
eucaristía que era un tiempo dedicado a recoger y compartir el día con los
demás, coincidía algunos días que en el momento de la Consagración, las
mezquitas anunciaban a la ciudad el Iftar
(el fin del ayuno durante el día) y a partir de ahí comprendía mejor algunas de
las conversaciones que podían haber surgido a lo largo del día.
Basílica de Nuestra Señora de África, en Argel: "...ruega por nosotros y por los musulmanes" |
Para finalizar la experiencia viajamos al
Monasterio de Thibirine donde en 1996 asesinaron a la mayoría de miembros de
una comunidad de monjes trapenses que se dedicaban a ayudar a la gente que
vivían en las montañas del Atlas. En ese momento pude sentirme frágil y confiar
plenamente en Dios, algunos momentos no fueron fáciles porque había que enfrentarse
a un pasado y a un presente como era la continua vigilancia de los militares de
la zona hacia nosotros.
En resumen fueron unos días vividos en verdadera
comunidad tanto con las pequeñas comunidades cristianas que se reunían casi
clandestinamente para celebrar la Eucaristía como los primeros cristianos como
con las personas que día a día no sólo trabajábamos sino que compartíamos vida
rompiendo todos los prejuicios culturales y religiosos, quedándome con la
persona y su interior.
Mª Rosa Vicente
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