Durante la última
semana de julio tuve la oportunidad de compartir una semana en Alba de Tormes
con niños de 8 a
12 años. Es cierto que al principio no me ilusionaba excesivamente pasar una
semana 24 horas al día con los niños que ya “sufro” durante todo el año. Sus
ganas, su motivación y su ilusión, esto fue lo que me animó a vivir esta
experiencia.
Empezamos el
campamento con las pilas bien cargadas. Necesario. Es una semana de vivir muy
deprisa, de tenerlo todo a punto, de una entrega absoluta para ofrecer lo mejor
de nosotros a los chiquillos.
Los 7 días tienen
una misma distribución en cuanto a horarios, incluyendo las comidas, las
tareas, los juegos, la piscina y la velada de por la noche. Es maravilloso ver
cómo disfrutan, cómo se relacionan, cómo aprenden a ayudar en las tareas de la
casa, cómo se enseñan unos a otros, cómo van creciendo…
Durante esos días
apenas tuve tiempo para pasar esto por el corazón, pero cuando llegué a casa me
di cuenta de la importancia de lo vivido. La importancia de ser como los niños
y preguntarnos tantas cosas que nos inquietan. La importancia del trabajo en
equipo, el ser conscientes de que con ilusión y amor el camino es más fácil
para mí y para el que camina a mi lado. La importancia de las semillas que un
día pusieron con cariño en mí y que ahora pongo yo en estos pequeños con la
esperanza de que Dios crezca dentro de ellos.
Como en la vida,
cada día suele tener el mismo esquema que el anterior (trabajos, clases…), pero
como en la vida, es precioso pararse al final del día y descubrir que se nos ha
regalado un día completamente diferente. Como en la vida, hay días estresantes,
días que salen bien, días que salen menos bien. Días en los que me comería el
mundo y días en los que parece que el mundo me come a mí. Días en los que me
sentí perdida, pero como en la vida, siempre había un compañero dispuesto a
tender una mano.
Y al final quedan
muchos nombres, muchas sonrisas, muchas miradas… y la sensación de que hay
mucha vida que va creciendo dentro de estos enanos. Gracias Señor, porque
pusiste y pones en mi camino gente que siembra Buena Noticia. Gracias porque
guías sus pasos y los míos. Y gracias, ¡cómo no!, por estos pequeñajos que día
a día me enseñan que sólo en la pequeñez y en la debilidad, dejo hueco para que
Tú te hagas fuerte en mí.
Laura García
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