El Adviento…
qué época tan bonita, llena de significados… qué familiar. Una etapa que
debería permanecer día a día en nuestras vidas, en nuestro corazón, que
continuamente nos estemos preparando, tanto para la llegada del niño Jesús como
para todos los que nos rodean. Entregarnos a ellos al igual que queremos que
nuestros seres más queridos se entreguen a nosotros, sentirnos afortunados y
saber escuchar.
Ahogados
por la rutina, por los agobios… corremos sin parar, sin mirar a nuestro
alrededor. Sin embargo, en el momento que Dios, representado en las caras de
nuestras personas más amadas, se planta frente a nosotros, dejamos de correr, y
nos paramos a mirar y observar de verdad, a sonreír, a sentir, a ser felices
con lo que nos rodea, a aprovechar todo aquello que está a nuestro alcance y a
disfrutar con lo que nos ofrece la vida. Una etapa de agradecimiento, de dar
las gracias por el año vivido, sufrido y disfrutado, por todas las vivencias y,
sobre todo, agradecer por el próximo año que nos espera: lleno de sentimientos,
felicidad y, fundamentalmente, amor.
Hagamos de este Adviento algo fantástico,
inolvidable y duradero. Que estas ganas de prepararnos y de vivir, permanezcan
en nosotros durante todo el año, y el que viene, y el que viene… y todos los
que quedan por venir. Que sepamos sonreír a todo lo que nos depara la vida,
tanto a lo grandioso como a lo más complicado, que rebrote en nosotros la
Esperanza, la Fe, el Amor, los reencuentros; que sepamos amar con locura, que
ayudemos a los demás como si de nosotros mismos se tratara y que sintamos el Adviento
y la Navidad como realmente son.
María Diego Sánchez
Comunidad de Jóvenes "Nuwanda"
No hay comentarios:
Publicar un comentario