Jeb Bush, uno de los aspirantes a candidatos para la Casa Blanca del
partido republicano, es un firme defensor de las empresas petrolíferas y
continúa negando que la acción humana sea una causa del cambio climático. Como
se convirtió al catolicismo, en seguida le preguntaron qué pensaba de la
encíclica Laudato Si', que
tan directamente llama a cambios políticos y de actitudes para evitar que
sigamos esquilmando nuestro planeta. Su respuesta fue que él no deja que lo que
digan obispos y cardenales afecte a sus políticas, pues la fe pertenece a la
vida privada de cada uno.
Esta es la misma respuesta que tanto creyentes como no creyentes,
personas de izquierdas o de derechas dan cuando la Iglesia cuestiona sus
prácticas u opiniones, ya sea sobre ecología, sexualidad, propiedad privada,
educación o cualquier otro ámbito de la vida. Cuando alguien de la Iglesia dice
algo que no nos gusta, basta con decirles que se queden en la sacristía.
Pero es innegable que la fe, toda fe, tiene una dimensión social y
política. Las religiones tienen valores que aportar al debate de la Polis.
Y si las silenciamos, todos perdemos. También es verdad que las comunidades
creyentes tienen que hacer autocrítica sobre cómo participan en esta
construcción cada vez más plural que llamamos sociedad. La autoridad moral ya
no viene dada por tener una mitra en la cabeza, ser un ayatolá o el rabino más
anciano. Francisco es escuchado porque propone sin imponer y tiene un discurso
pegado a la realidad. La voz en el areópago contemporáneo se logra con la
humildad del que se sabe uno más en un todo mayor y muy diverso, pero sin
renunciar a la fuerza que da el saber que se propone desde una fe, desde una
opción que da sentido a muchas vidas.
Javier Montes sj en Pastoralsj
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