ACOGER LA FUERZA DEL EVANGELIO
Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan
tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto
en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando
en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?
Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y
se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel
Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión,
les parece ahora un caminante extraño.
Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero
sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben
exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras
nos hablaba por el camino?”
Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús.
Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con
nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo
reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como
compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza
perdida.
Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús.
Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo
lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y
fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.
Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea
insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de
hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se
lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes,
interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de
tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.
¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la
liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el
Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y
hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a
escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?
Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su
fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas,
crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde
para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.
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