Llegó el
siete de enero. Cuatro semanas
preparándonos para la Navidad... ¿y ya se ha acabado? No, no del todo. Concluyen los festejos, pero la
celebración se prolonga. Este nacimiento
no se aborta de repente, ni mucho menos. De
hecho, su significado crece en cada creyente. Y
crece de forma imparable. Toca desenchufar
las luces. Justo entonces resplandece el Misterio con más intensidad. De los polvorones sólo queda el envoltorio, pero el sabor
del Milagro permanece inalterado. Los
villancicos enmudecen. Al instante resuena el silencio de una Paz maravillosa.
Mientras los Reyes regresan por otro camino, yo
emprendo el que me lleva al Interior. Si
"Navidad es todos los días", entonces hay "Encarnación"
diariamente. Dios hecho hombre. En Jesús
Dios se hizo hombre... ¡¡por mí!! ¡¿Cómo
podré cansarme de celebrarlo?! Hay Navidad tras la Navidad. Misterio y
Milagro. Paz e Interior. Todo confluye en un pesebre. Pesebre
con futuro incesante, tan desconcertante como trepidante. El Niño sigue creciendo, hay Jesús para rato.
Fuente Espiritualidad Ignaciana Facebook
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