Un sábado, entró Jesús en
casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban
espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso
esta parábola: “Cuando te conviden a
una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a
otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te
dirá: ‘Cédele el puesto a éste’. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último
puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para
que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Y dijo al que lo habla
invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán
invitándote, y quedarás pagado. Cuando
des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque
no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Lc.
14, 1.7-14
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