Me restriego los ojos y me pregunto: “¿Esto
está pasando?” El
papa Francisco en la apariencia no ha cambiado nada: los divorciados y vueltos a casar siguen
sin poder comulgar, las monaguillas están prohibidas en la Iglesia, la ley del
celibato obligatorio permanece vigente, de la ordenación de las mujeres no se
puede hablar porque lo prohibió Juan Pablo II. que va a ser canonizado a pesar
de haber cerrado los ojos a las barbaridades de Maciel, todavía hay sectores en
la Iglesia que prohiben a sus seguidores comulgar en la mano, el Vaticano sigue siendo un Estado independiente con cárcel, jueces,
banco y hasta embajadores en todo el mundo, los homosexuales son
teóricamente unos enfermos que tienen que curarse y si no no pueden acceder a
los sacramentos…
¿Ha cambiado algo en la Iglesia realmente con la
llegada del papa Francisco? Todo
y nada. He visto a un papa hacer
su viaje trasantlántico en un vuelo regular, subir la escalerilla del avión
cargando con su propio maletín, moverse en un Fiat bastante normalito por las calles
brasileñas y sin papamóvil blindado, darle un beso a una presidenta guapetona,
reír, tocar, pararse, romper todos
los protocolos y sobre todo hablar con naturalidad, como si fuera un hombre normal,
con palabras de la calle, metáforas de andar por casa y, oh
maravilla, ¡se entiende!
Està haciendo cosas que hicieron sus predecerores
Wojtyla y Ratzinger, como es
bañarse en multtudes y recibir los vivas de jóvenes ululantes en medio de un
país que al mismo tiempo se lleva levantando masivamente estos días contra las
injusticia. ¿Dónde está la diferencia? En el cómo. ¿Es un formalista, un populista de peronismo neocatólico, un comunicador sin precedentes en
la Iglesia, algo
que arranca titulares y planos de telediario o algo más?
En primer lugar lo que está diciendo, además de dar
una bendición con la imagen de la Virgen y apoyarse en la piedad popular, es
revolucionario. Ha pedido a los jóvenes argentinos en un
encuentro que armen “líos” en sus diócesis, que salgan a la calle porque la
encarnación de Cristo, su palabra y su cruz siguen desestabilizando. Ha cumplido su palabra de ir a la periferia, y en las favelas de un
Brasil prohíbido y delincuente ha denunciado las injusticias de un mundo
opulento que les
mantiene en la marginación, como lo hizo en Lampedusa con los inmigrantes. No
tiene miedo de acusar a la propia Iglesia, de dar pasos contra su corrupción
interna y de pedir una metanoia, una conversión, un cambio desde dentro.
Por eso me restriego los ojos. Yo, que he recibido
codazos por acercarme y ver de cerca a un papa; que he sido censurado,
destituido y silenciado por publicar que un papa estaba enfermo y por contar en
los papeles hechos objetivos y vergonzosos que ocurrian en la Iglesia
real, me restriego los ojos y digo: Las formas ya son un contenido. El
medio es el mensaje y masaje que diría MacLuhan. Digo
que lo que está pasando es evangélico sencillamente porque, después de siglos,
lo que veo me acerca a Jesús más
que el oro de las casullas y estolas y la turística guardia suiza. Y porque
todo lo hace sencillamente y con sabor auténtico.
¿Que lo de Brasil sigue teniendo mucho de folklore,
fiesta popular, farolillos de feria y contagio de multitudes? Si, porque en
esta vida todo es ambíguo y hay mucha gente que se queda en la superficie, los
fuegos artificiales; que
“se queda con la música y no con la letra”, como le dijo el padre Tucci una vez
a Juan Pablo II después de uno de sus viajes. Pero aquí
la letra es explosiva y sé de muchos instalados en el neoliberalismo económico
que empiezan a estar cabreados.
Una religiosa amiga me decía: “Tengo
miedo. Le va a pasar algo. A
este se lo cargan”. Le respondí: “Pues mira, él no tiene ningún miedo. Se
le ve por encima, seguro de lo que hace, como si caminara más
allá del propio “yo”, como si estuviera centrado en Algo y Alguien que le
da fuerzas y lo demás le diera igual“. Es más, me atrevería a
decir que si le mataran -Dios no lo permita- le harían un favor, porque
desde su punto de vista se parecería más a Cristo.
¿Y no aseguran algunos que de fondo es conservador y
que esos otros cambios reales nunca llegarán? Mi respuesta es que si
consigue una Iglesia más pobre, más humilde, más servicial, más libre,
menos emporifollada, más unida intenamente y sobre todo menos centrada en sí y
de vuelta al Evangelio de Jesús, me doy con un canto en los
dientes. Por todo eso, ne restriego los ojos.
Pedro Miguel Lamet en 21rs
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