lunes, 15 de julio de 2013

VERDADES COMO PUÑOS


El Papa Francisco ha hablado, en Lampedusa, sobre la inmigración y Europa. Su homilía ha sido directa, exigente, profética, real. Y muchos podemos reconocernos en lo que señala. Ha hablado de indiferencia, de lágrimas, de compasión, de burbujas, de excusas. Ha hablado del drama humano de tantas vidas rotas... Y así, a base de aldabonazos y gestos, de palabras auténticas, y de coherencia, está empezando a sacudirnos los cimientos, las inercias y las atrofias. He aquí esta homilía, verdadera llamada a la conversión concreta y real.

Los inmigrantes que murieron en el mar, los barcos que en vez de ser una forma de esperanza han sido un camino de muerte”. Así fue el titular de los periódicos. Cuando hace unas semanas leí esta noticia, que, por desgracia, muchas veces se repite, el pensamiento se revolvió, como una espina en el corazón que trae sufrimiento. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a orar, a hacer un gesto de cercanía y también a despertar nuestras conciencias para que lo que pasó no vuelva a suceder. No va a suceder de nuevo. Por favor...
Pero primero permítanme decirles unas palabras de sincero agradecimiento y aliento a ustedes, la gente de Lampedusa y Linosa, asociaciones, voluntarios y fuerzas de seguridad, que atienden a las personas en su camino hacia algo mejor. Ustedes son una pequeña muestra, pero representan un gran ejemplo de solidaridad. Gracias. Gracias también a monseñor Francesco Montenegro por sus palabras. Un pensamiento a su vez para los inmigrantes musulmanes queridos que están comenzando el ayuno del Ramadán, con la esperanza de abundantes frutos espirituales.
La Iglesia está cerca de vosotros en la búsqueda de una vida más digna para vosotros y vuestras familias. Esta mañana, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, me gustaría proponer algunas palabras que especialmente provocan en la conciencia de todos, reflexionar y ser inspirados a cambiar realmente ciertas actitudes. "Adán, ¿dónde estás?": es la primera pregunta que Dios dirige al 'hombre después del pecado'. "¿De dónde eres?". Y Dios le plantea la segunda pregunta: "Caín, ¿dónde está tu hermano?". El sueño de ser poderoso, para ser tan grande como Dios, o más bien de ser Dios, conduce a una cadena de errores que es la cadena de la muerte, y lleva a derramar la sangre de su hermano. Estas dos cuestiones de Dios resuenan aún hoy en día, con todas sus fuerzas. Así que muchos de nosotros, yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que vivimos, no nos importa, no mantenemos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces siquiera de mantenernos entre nosotros. Y cuando se da esta desorientación se asumen las dimensiones del mundo y esto lleva a tragedias como la que hemos visto. "¿Dónde está tu hermano?" la voz de su sangre clama en mí, esta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta que me ha dirigido a mí, a ustedes, a cada uno de nosotros. ¿Quién es responsable de esta sangre? En la literatura española hay una obra de Lope de Vega, que cuenta cómo los habitantes del pueblo de Fuente Ovejuna matan al gobernador porque es un tirano, y lo hacen de modo que no se sabe cómo fue la ejecución. Y cuando la corte del rey le pregunta: "¿Quién mató al gobernador?" Todos responden: "Fuente Ovejuna, señor." ¡Todo el mundo! Incluso hoy en día, esta cuestión surge con fuerza: ¿Quién es responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nos dan esta respuesta: No soy, no tengo nada que hacer, otros, sin duda no. Pero Dios nos pregunta a cada uno de nosotros: ¿Dónde está la sangre de tu hermano que clama en mí? Hoy en día nadie se siente responsable de esto, y hemos perdido el sentido de responsabilidad fraterna, hemos caído en la actitud hipócrita del criado del sacerdote y el altar, de la que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano. El hermano parece medio muerto al borde del camino. Tal vez pensamos 'pobre', y continuamos en nuestro camino, no es nuestro trabajo, y con ello nos sentimos muy bien.
La cultura que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en burbujas de jabón, que son hermosas, pero no son nada, son la ilusión de la vanidad, lo temporal, la indiferencia hacia los demás, e incluso lleva a la globalización de la indiferencia. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los demás, no nos concierne, no nos importa, ¡no es nuestro negocio! Volver a la figura de los Sin Nombre de Manzoni. La globalización de la indiferencia de todos nosotros, 'sin nombre', responsables sin nombre y sin rostro. "Adán, ¿dónde estás?", "¿Dónde está tu hermano?" Son las dos preguntas que Dios ha puesto en el comienzo de la historia humana, y también son aptas para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incluso para nosotros.
Pero me gustaría que nos hagamos una tercera pregunta: "¿Quién de nosotros ha estado llorando por esta razón y por sucesos de este tipo? ¿Por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién lloró por estas personas que estaban en el barco? ¿Por las madres jóvenes que trajeron a sus hijos? ¿Por estos hombres que querían algo para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de 'sufrir con': ¡la globalización de la indiferencia! En el Evangelio escuchamos el grito, las lágrimas, el gran lamento, "Raquel que llora a sus hijos... porque éstos ya no están." Herodes ha sembrado la muerte para defender su bienestar, su propia burbuja. Y esto continúa repitiéndose...
Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes también en nuestro corazón. Pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, incluso en aquellos que desde el anonimato pueden tomar decisiones con las condiciones socio-económicas para allanar el camino de dramas como este. "¿Quién gritó?". Señor, en esta liturgia, que es una liturgia de arrepentimiento, pedimos perdón por la indiferencia de muchos hermanos y hermanas, pedimos perdón por los que se han acomodado, cerrado en su propio bienestar que lleva a la 'anestesia del corazón', y te pedimos perdón por los que con sus decisiones en todo el mundo han creado situaciones que conducen a estas tragedias. "Adán, ¿dónde estás?". "¿Dónde está la sangre de tu hermano?".


 Fuente Pastoralsj

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