Y después de dos años -que se dice pronto-, después de dos años intensos, cortos y
completamente fantásticos he llegado hasta lo que al principio me parecía el
final del camino; el final que estaba en el horizonte y que realmente pensé que
no llegaría tan pronto: la Confirmación, nuestra Confirmación.
Ahora sé que, por supuesto, no es el final de nada; sólo
de una etapa, como de otras tantas que todos vivimos en la vida. Una etapa preciosa,
ciertamente, pero al fin y al cabo era eso: una etapa de preparación que se
acabaría en un futuro, pero que deja paso al camino de la fe y de la vida. Y es
que realmente estos años tan cruciales me han enseñado a vivir. Y lo que más
agradezco -pues lo considero el regalo importante de todo esto-, a vivir con Dios, a vivir mi fe.
La verdad es que llegar hasta aquí me costó un poco. Al
principio no estaba nada emocionada con venir a catequesis. Realmente no tenía
ningún tipo de ilusión. Pero no sé por qué razón continué con mi vida en el Milagro,
pues yo estoy en Scout, y eso sí que siempre me ha gustado bastante, pues es
ahí donde realmente he dado mis primeros pasos hacia lo que hoy en día soy y en
lo que hoy en día creo.
En Scout me han enseñado a servir; me han enseñado a
estar siempre lista para ayudar en lo que esté en mi mano; me han enseñado a
vivir con alegría, a compartir sin esperar nada a cambio, a creer que un mundo
mejor es posible. Me han dado mis raíces, mis cimientos. Y por eso siempre voy
a ser de color azul y rojo. Por eso, cuando incluso pasen 60 años, me seguiré
considerando Scout de corazón, pues el giro lo he dado con ellos. El salto lo
he dado gracias a ellos.
Gracias a personas de Scout empecé a conectarme realmente
con la Parroquia. Gracias a personas que me han enseñado mucho más de lo que
puedo poner aquí. Me han enseñado a amar de corazón a todo, a todos y a todas.
Y comprender un poco más ese AMOR con mayúsculas que es nuestro Dios bueno y
grande. Gracias a esas personas he conocido a otras dentro del Milagro y dentro
de mi grupo de catequesis, que ya han acabado por trastocar y transformar mi
corazón.
En esos dos años, gracias a lo que estas personas me
han enseñado, he tenido experiencias muy confusas, muy extrañas para mí. Y es que
es bien sabido que no es fácil de explicar lo que estoy tratando de explicar: una
experiencia peculiar y maravillosamente cálida.
Un día te levantas y miras todo con ojos nuevos. Y te
das cuenta de que Dios te habla, que te ha hablado todas esas veces que has
sentido cosas que no podías explicar. Que te ha hablado a través de los Scout,
a través de la parroquia, a través de tu familia, tus amigos. E incluso a
través de gente que no conoces de nada. Que incluso te habla sin rostros y sin
nombres, con sensaciones que no son de este mundo, que francamente conmueven y
muchas veces dan miedo. Y te acribillan las dudas, aunque eso es imprescindible
e inevitable. Pero aun así, después de todo viene una consolación y un
sentimiento de cariño que yo con mis pobres palabras no puedo explicar. Una
calidez pletórica, inmensa y profunda. Y comprendes que ya no quieres ni puedes
alejarte de su amor, ni de Él.
El día de mi Confirmación significo ponerme delante de
Dios y reafirmar que quiero seguir en su amor, en su cariño, en su camino y en
su enseñanza. Que quiero vivir como Jesús. Que sólo quiero amar y servir. Que
quiero dejarme guiar, que quiero que me guíe él.
Para mí, la Confirmación fue avanzar hacia eso, pues
los dos años antes del día 1 de Junio realmente habían sido para aprender y
para conocer mejor. Aunque ya en este último había empezado a vivir como
realmente quería, es decir, como realmente sentí que quería Dios que viviera, a
hacer por él lo que me pidiera. Es algo tan grande que seduce. No podría explicarlo
mejor.
Y poder compartirlo con la gente que me ha enseñado y
me ha visto crecer ha sido un punto fuerte para mí, pues han hecho crecer con
creces mi esperanza. Mi fe.
Lo único que tengo claro en esta vida es que quiero
vivir el evangelio, como tantos otros. Como mis compañeros de comunidad, como
mis amigos de corazón, como los apóstoles. Como Cristo, en definitiva. Mi
futuro es incierto, pues no sé cómo canalizar todo esto. No sé por qué camino
ir. Pero sinceramente, eso no me preocupa. Hubo momentos en que sí, en que
tenía tanto miedo por no poder responder al Señor que de alguna manera me cerré
en banda e intenté apartarlo un poco del camino. Pero ahora francamente no me
preocupa, porque sé que de la mano de Dios nada puede ir mal. Que Él estará conmigo
hasta el fin del mundo. Además, como quien dice, acabo de comenzar mi camino de
la fe. Así que te digo, Señor, ¡qué se haga en mí tu voluntad!
Aunque ya nada, nada nos separara.
Sandra Sevilla Ortiz
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