Caryll Houselander nos describe su experiencia de la
presencia de Dios: “Viajaba en el metro, en un vagón atestado de toda clase de
gentes: sentadas, agarradas a los asideros, que regresaban a sus hogares al
final del día. De pronto, vi en mi mente, pero con mucha claridad, una escena
maravillosa: Cristo estaba en todos ellos. Pero vi aún más: no solamente estaba
Cristo en cada uno de ellos, viviendo en ellos, muriendo en ellos, gozando en
ellos, sufriendo en ellos…sino que, porque Él estaba en ellos y ellos estaban
allí, todo el mundo estaba también allí, en aquel vagón del metro; y no sólo
estaba todo el mundo actual, sino que estaban también todas las gentes que
habían vivido en el pasado y las que iban a vivir en el futuro”.
“Salí
a la calle y anduve mucho tiempo entre la muchedumbre. Aquí estaba ocurriendo
lo mismo: por todas partes, en cada persona que pasaba…estaba Cristo”.
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