Jesús es nuestro Salvador. Lo hemos escuchado una y
otra vez durante las Navidades. Pero… ¿de qué me salva? ¿Cómo influye esa
salvación en el día a día que ahora retomo? Más que hablar de ella quisiera
invitar a hacerla experiencia, porque la salvación es…
Una experiencia de fe que me salva de creer que el
mal y el dolor tienen más fuerza que el amor. Y me enseña, sin ingenuidad, a
mirar el mundo con ojos de esperanza.
Una experiencia de fe que me salva de juzgar y de
sentirme juzgado. Y me empuja a servir desde la misericordia y el perdón: la
misma misericordia y perdón que he recibido de Él.
Una experiencia de fe que me salva de vivir encerrado
en mí mismo y en mis esquemas. Y me abre, con otros, a un horizonte distinto y
apasionante: Jesús y su Reino.
Merece la
pena adentrarse en esa experiencia. Quizá, sea éste uno de los propósitos que
nos podemos hacer para 2013: volver una y otra vez nuestra mirada a ese mensaje
de Salvación, a Jesús y su Evangelio. Y a medida que lo vayamos experimentando,
que descubramos esa mirada de amor, esa misericordia y ese horizonte de vida
que nos plantea Jesús, iremos descubriendo cómo nuestra vida se hace más plena,
más libre, más esponjada, más entregada. En definitiva, más humana y, por ello,
más divina. Estamos salvados... ¿por qué no experimentarlo?
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