Se acabó la Navidad. Sigue la
vida, con sus ritmos y rutinas. Ahora, exámenes para algunos, que siempre hacen
que empeore el humor. Y vuelta al trabajo. A lo cotidiano. Y las rebajas, tan
frecuentes, tan publicitadas. Es el constante ciclo de las agendas y sus
costumbres. ¿Por qué no darnos un momento, en medio de toda esa cuesta de
enero, para recordar lo esencial? El amor. En mayúscula y minúscula. En la fe y
en la vida. Es nuestra verdad más profunda, nuestra aspiración más honda. La
meta que a menudo marca los horizontes hacia los que caminamos. A su lado, lo
demás palidece.
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