Esta semana la actualidad en España ha estado marcada por tres
mujeres: ha muerto la duquesa de Alba, ha entrado en la cárcel la Pantoja,
han desahuciado a Carmen Martínez.
Sus títulos, sus relaciones sociales y su excentricidad han sido el
foco de la noticia. Nos han atosigado a tópicos sobre su “libertad”, su
patrimonio y su capacidad de “ponerse el mundo por montera”. Al morir la
Duquesa se habla más del personaje, de la aristócrata rompedora y provocadora
que de la persona, posiblemente porque pocos la conocían realmente.
Decenas de periodistas han acompañado a la Pantoja desde
su casa a la prisión de Alcalá de Guadaira. Nos han mostrado las celdas, nos
han informado de los menús, de los horarios, permisos que podrá tener tan
ilustre tonadillera durante la temporada que pase en prisión. Se cuestiona si
entra en prisión por ser la Pantoja o si es una decisión justa.
Delinquiera o no, es una presa más, como otras miles que se enfrentan a diario
a una realidad dura en un sistema penitenciario desconocido para la mayor parte
de la ciudadanía y cuya finalidad, que es la reinserción, puede ser
cuestionable.
Con 85 años la desahuciaron de su casa en el barrio madrileño de
Vallecas el pasado viernes por avalar a su hijo en un préstamo. Carmen Martínez
no es un “personaje”, nadie la conocía. Por eso es casi un milagro que su
historia se haya colado en los periódicos. Quizá haya salido en los medios por
la foto en que Andrés Kudacki ha plasmado de forma tan cruda el drama de que te
quiten tu casa, y más cuando es todo lo que Carmen tenía.
Por desgracia, son muchas las historias como la de Carmen, de desahucios que no salen a la luz; muchas las historias como las de Isabel, de madres que entran en prisión; y como las de Cayetana, de abuelas que se apagan por la edad a las que sus familias recuerdan cada día. ¿Cómo evitar que nos deslumbren unos pocos personajes impidiéndonos ver la realidad de tantas personas?
Por desgracia, son muchas las historias como la de Carmen, de desahucios que no salen a la luz; muchas las historias como las de Isabel, de madres que entran en prisión; y como las de Cayetana, de abuelas que se apagan por la edad a las que sus familias recuerdan cada día. ¿Cómo evitar que nos deslumbren unos pocos personajes impidiéndonos ver la realidad de tantas personas?
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