Al
inicio de verano, como siempre, empezaron a llover ofertas de voluntariados,
campos de trabajo, experiencias… Y una vez más, con pena, veía como mis
compañeros de Comunidad y de Parroquia iban decidiendo su lugar para ponerse al
servicio del Reino durante ese período, mientras yo me quedaba en Salamanca
trabajando un verano más. Sin embargo, este año intenté, empujada por muchos,
tomar una actitud diferente.
Así,
mi experiencia de verano ha ido encaminada a encontrar la manera en la que Tú
me llamas a colaborar en tu proyecto, de manera especial en mi trabajo. Si
tuviera que definir mi verano con una palabra hablaría de búsqueda: búsqueda de
profundidad en las relaciones, búsqueda de historias para llenarme con las
experiencias de otros, búsqueda de aquello que necesita ser empapado por Ti en
mi vida, buscando como búsqueda primera y última, que mis actos hablen de Ti,
que la gente con la que convivo, con la que trabajo, con la que me cruzo
reconozca en mí una alegría distinta, la alegría profunda de quien está
convencida de que merece la pena estar loca.
Muchas
de mis búsquedas han encontrado respuestas. Otras han quedado abandonadas,
aplazadas. Otras muchas han desembocado en nuevas búsquedas y preguntas. Sin
duda, todas ellas, me han hecho vivir una de las etapas más fructíferas en
cuanto a crecimiento interior y confianza en Tu Palabra. Es enriquecedor sentir
cómo el cuestionarse va dotando a mi vida de una hondura en las relaciones, en
la toma de decisiones, en las actitudes, en el trabajo, en los encuentros y en
los desencuentros.
Durante
el tiempo de verano, la oración ha tomado un papel relevante, convirtiéndose en
fuente y alimento. Mis momentos de oración han madurado en mí la idea de
aceptar tu voluntad, las ganas de disfrutar del sueño que tienes para mí, las
fuerzas para construir desde mis capacidades y mis limitaciones.
Gracias
Padre, por un verano en el que te he sentido muy cerca. Gracias por la
oportunidad de descubrir en mi trabajo el valor y la responsabilidad de
trabajar en el terreno sagrado que son las personas (con su cuerpo y con su
espíritu). Gracias, porque al mirarme en tu espejo, me devuelves posibilidades
donde veo puertas cerradas.
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