miércoles, 28 de mayo de 2014

XIII Estación: JESÚS ASCIENDE AL CIELO


Dicho esto, en su presencia se elevó y una nube se lo quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este Jesús, que os ha sido arrebatado al cielo, vendrá como lo habéis visto marchar”.
Hch. 1, 9-11

Los galileos se quedaron como pasmarotes mirando al cielo. Jesús había muerto y resucitado, y ahora que comenzaban a entender eso de la resurrección, de nuevo ¿les volvía a dejar solos? Y ahora ¿qué iban a hacer? ¿Acaso Jesús iba a volver? Pocos días antes les había prometido que estaría con ellos siempre, entonces ¿por qué se volvía a marchar? Definitivamente aún les costaba entender.
Mirando al cielo no se puede caminar, es necesario cambiar la mirada, mirar al frente, para sortear los obstáculos, mirar al suelo, para no meter el pie en el charco. Con la Ascensión, Jesús deja que los discípulos caminen solos, como cuando nuestros padres nos enseñaron a andar, nos soltaron de la mano, pero eso no significó que nos abandonaran.
¿Sigues mirando al cielo esperando a que Jesús vuelva a bajar? o ¿has entendido que Él te sigue acompañando en tu caminar?

martes, 27 de mayo de 2014

EXPERIENCIA EN EL COTTOLENGO


Me piden que escriba sobre la experiencia que hemos tenido el grupo de jóvenes de la comunidad Nuwanda en El Cottolengo de las Hurdes, y la verdad que no sé muy bien por dónde empezar, porque han sido solamente tres días los que hemos pasado allí, y han sido tantas las lecciones de vida aprendidas que me da un poco de miedo no poder saber expresar lo que hemos vivido.
Me gustaría empezar contando un poco qué es El Cottolengo y qué se hace allí  para todos aquellos que no lo sepáis. Es una casa que llevan las Hermanas Servidoras de Jesús, aquí podemos encontrar personas con discapacidad, con enfermedades y personas cuyas familias no pueden hacerse cargo de ellas. Nuestra labor durante esos días fue  estar a disposición de lo que nos pidieran.
La gran mayoría de los que fuimos a este viaje nunca habíamos estado allí, pero sí que habíamos oído hablar de este lugar y de la gente. Estábamos expectantes.
Al llegar, nos pusimos manos a la obra: a ayudar en todo lo que nos dijeran y necesitaran. Esos días que pasamos allí fue como vivir continuamente en un Jueves Santo, dispuestos a dejarnos lavar los pies y, sobre todo, a lavar los pies. Aunque al finalizar esta experiencia, tuve la sensación de que me lavaron más los pies de lo que yo los  pude lavar.
En esta tónica de Jueves Santo, y habiendo vivido apenas una semana atrás la Resurrección de Cristo, yo era incapaz de no sentirla, de no apreciar que Jesús había resucitado en todas y cada una de las personas que allí viven. Pues a pesar de sus limitaciones y dificultades, algunas de las cuales son impuesta por nuestra sociedad, no nos damos cuenta de que no son solo discapacitados o limitados, sino que son personas con muchas capacidades, como tú y como yo, que sienten a Jesús Resucitado y que quieren vivir, a pesar de que tienen y que viven en una situación que no es fácil, que no quieren tirar la toalla y quieren vivir con esperanza, alegría y fe. Verdaderamente son una lección de vida y fortaleza.
También está claro que durante estos tres días no todo fue bonito, aunque intentáramos que así fuera para toda aquella gente. Sentía que, a veces, estorbaba más de lo que ayudaba, puesto que no conocía la distribución de la casa, ni la organización de las tareas y de las cosas, eran las personas de allí las que me tenían que dar indicaciones y ayudar, no al revés. Asimismo, pensé que la gran mayoría de las veces no me doy cuenta de lo afortunada que soy y de todas las posibilidades y oportunidades que aparecen en mi camino para hacerme aprender y crecer como persona. Así como tampoco me doy cuenta de lo privilegiada que soy por tener una familia que me cuida, me apoya y me quiere. Por tanto, no tenemos que dar las cosas por sentadas, hay que ser agradecidos, y dar gracias al Señor por lo que nos va poniendo en nuestro camino.
Me gustó comprobar que cada uno desempeña un papel dentro de la casa  y ese papel que tienen es importante para el buen funcionamiento, todos y cada uno de ellos son necesarios.
Otra lección de vida es que  me recordaron que tengo que  salir de mi mundo, ver que hay otras personas a mi alrededor, que no estoy sola, y que  los otros puede que me necesiten. Vi en ellos su capacidad de ayudar al hermano, su capacidad de estar pendientes de las necesidades del otro. Son unas grandísimas personas, más preocupados por los demás que por ellos mismos.
A modo de conclusión, me gustaría decir que esta experiencia ha sido maravillosa, me ha hecho aprender y crecer, tanto a nivel personal como a nivel de fe. ¡Me encanta poder desgastar mi vida por los demás! Puesto que solo así, desgastando la vida, es como tiene sentido vivir.
Dicho todo lo anterior y sintiendo que esto no sé explicarlo de una forma mejor, solo hay una manera para poder entender verdaderamente esta experiencia y es viviéndola. Vete al Cottolengo. Para entender las cosas hay que vivirlas.

Ana Martín. Comunidad de Jóvenes “Nuwanda”

lunes, 26 de mayo de 2014

XII Estación: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES


Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. Jesús se acercó y les habló: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a hacer discípulos entre los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadlos a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”.
Mt. 28, 16-20

Jesús hace a los discípulos la gran promesa “Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”, así de claro y rotundo y ¿acaso no sigue cumpliendo Jesús su promesa? Esta alegría de sabernos siempre acompañados por él es el motor para que nos sintamos llamados a llevar su mensaje a todos los rincones. Salgamos de nuestros islotes, dejemos nuestras seguridades y lancémonos a invitar a que los demás sean también sus seguidores, porque Jesús cumple siempre su promesa y no nos deja solos.
¿Nos creemos el mensaje de que está con nosotros siempre? ¿Me siento llamado a dar testimonio de mi fe, de mi experiencia de encuentro con el Resucitado?

domingo, 25 de mayo de 2014

VI DOMINGO DE PASCUA


 ESTÁS CONMIGO, LLEVARÁS LAS RIENDAS DE MI VIDA
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?
Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor… que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.
Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.
Este “Espíritu de la verdad” no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.
Este “Espíritu de la verdad” está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Es cierto.
Este “Espíritu de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad…
¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”? ¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?


viernes, 23 de mayo de 2014

XI ESTACIÓN: JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR

Cuando terminaron de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres más que éstos?”. Le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”. Le pregunta por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas”. Por tercera vez le pregunta: “Simón hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro, cuando eras mozo, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”. Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar así, añadió: “Sígueme”.
Jn. 21, 15-19

Tres veces negó Pedro a Jesús cuando lo apresaron y tres veces le pregunta Jesús a Pedro si le quiere. La insistencia de Jesús parece molestar a Pedro, se enfada, se entristece. No comprende lo que está haciendo Jesús, y seguro que a su cabeza volvían las imágenes de la noche en que negó a su Maestro. Pero lo que Jesús le está diciendo nada tiene que ver con el reproche o el rencor. Jesús recuerda a Pedro que si de verdad quiere seguirle habrá de vivir en el amor, cuidar de los otros y servir, tal y como Él hizo en el lavatorio. Pero sin olvidar que ese seguimiento puede llevar incluso a dar la vida por los más pequeños.
Y tú ¿quieres a Jesús? ¿Deseas seguirle hasta las últimas consecuencias?

miércoles, 21 de mayo de 2014

X ESTACIÓN: JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA


Después Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. Les dice Simón Pedro: “Voy a pescar”. Le responden: “Vamos contigo”. Salieron, pues, y montaron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada. Ya de mañana Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: “Muchachos, ¿tenéis algo de comer?”. Ellos contestaron: “No”. Les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo predilecto de Jesús dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó un blusón, pues no llevaba otra cosa, y se tiró al agua. Los demás discípulos se acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, pues no estaban lejos de la orilla, apenas doscientos codos. Cuando saltaron a tierra, vieron unas brasas preparadas y encima pescado y pan.
Jn. 21, 1-9

Tras la resurrección los apóstoles vuelven a Galilea, a su día a día, a su cotidianeidad. Así se lo había transmitido el Señor a través de las mujeres “que vayan a Galilea, allí me verán”. Pedro, Tomás, Juan y los demás allí van. En Galilea retoman su vida cotidiana: trabajan, pescan, viven… y también parece que olvidan todo lo vivido con el Maestro, aún no son conscientes de la presencia del Resucitado en su Galilea particular. Poco a poco pierden la ilusión y la esperanza, y su pesca se vuelve escasa. Pero un buen día, quizá el primero de la semana, fijan su mirada en un hombre que está en la orilla y vuelven a confiar. Le reconocen como su Señor y saben que con él todo será ya diferente. Poner al Señor en el centro de sus vidas hará de Galilea un lugar lleno de resurrección.
¿Cuál es tu Galilea? ¿Descubres al Señor Resucitado en tu Galilea?

lunes, 19 de mayo de 2014

IX ESTACIÓN: JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS


A los ocho días estaban de nuevo dentro los discípulos y Tomás con ellos. Vino Jesús a puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo: “Paz con vosotros”. Después dice a Tomás: “Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, antes cree”. Le contestó Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Le dice Jesús: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que crean sin haber visto”.
Jn. 20, 26-29

La incredulidad de Tomás es nuestra incredulidad, con frecuencia dudamos. Los demás tienen experiencia que nosotros no tenemos, pero hasta que no lo vemos, no nos lo creemos, no lo sentimos como real. Eso le pasa a Tomás. No ve, no toca y no cree. Pero Jesús se vuelve a presentar ante él y le muestra sus heridas, porque la resurrección no es un borrón y cuenta nueva, la resurrección es el motivo por el que cobra sentido todo lo vivido con anterioridad. Jesús podía haberse enfadado por la incredulidad de Tomás pero no lo hace, le muestra sus llagas, la realidad de un Dios crucificado y vivo. Y Tomás vuelve a creer y a reconocer a Jesús como su Dios y Señor.
Y tú ¿qué necesitas para creer?

domingo, 18 de mayo de 2014

V DOMINGO DE PASCUA


EL CAMINO
Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?
Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos:”Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.
“Yo soy el camino”. El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.
Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.
“Yo soy la verdad”. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad
Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.
“Yo soy la vida”. Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.
Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.


viernes, 16 de mayo de 2014

VIII ESTACIÓN: JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS


Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: "Paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros". Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos".
Jn. 20, 19-23

Jesús se presenta una vez más ante los discípulos mientras ellos están encerrados y asustados. Él, venciendo todos esos miedos, se pone en medio de ellos y les da su Paz. No se trata de un simple deseo bienintencionado o de un acto mágico por el que todo queda arreglado. ¡No! La Paz de Dios, su Paz, quiere transformar nuestras vidas. La Paz que transmite el Resucitado quiere abrirnos a una nueva realidad.
Los discípulos reciben la Paz y eso abre las puertas de sus corazones, les transforma. Y desde esa experiencia de amor y de encuentro, el Resucitado les envía a hacer lo mismo: abrir otras puertas, las puertas de hombres y mujeres que viven encerrados por el pecado, les envía a perdonar y a transmitir el abrazo de la misericordia del Padre.
Y tú, ¿eres transmisor del amor y la misericordia de Dios?

miércoles, 14 de mayo de 2014

VII ESTACIÓN: EN EL CAMINO DE EMAÚS


Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: “¿De qué vais conversando por el camino?”. Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?”. Jesús preguntó: “¿Qué?”. Le contestaron: “Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron”. Jesús les dijo: “¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída”. Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?”.
Lc. 24, 13-32

Quizá demasiadas veces cuando termina una experiencia fuerte nos desinflamos y parece que lo que hemos vivido ha sido solo un paréntesis en nuestra vida. Se terminó la Pascua y ya no somos capaces para encontrar un rato para orar, todo lo vivido queda como imágenes en nuestra mente, parecía que íbamos a conseguir tantas cosas.... pero en la vida diaria es todo tan complicado.... Así se sentían los discípulos de Emaús, con un deseo de más pero sintiendo que lo vivido era algo que quedaba atrás. Necesitaron encontrarse con Jesús resucitado y que Él les explicara para comprender. Lo vivido entonces, lo vivido hace semanas, continúa en el día a día, el encuentro con los otros, la fracción del pan, la eucaristía, nos permite revivir nuestra experiencia con Cristo, el verdadero alimento de nuestra vida.
¿También nosotros somos capaces de encontrarle en el pan que se parte y se reparte? ¿Nuestras experiencias de fe son un paréntesis en nuestra vida o estamos dispuestos a encontrarle en cada paso del camino?

lunes, 12 de mayo de 2014

VI ESTACIÓN: JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES


Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con vosotros”. Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma. Pero él les dijo: “¿Por qué estáis turbados? ¿Por qué se os ocurren tantas dudas? Mirad mis manos y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer. Entonces les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Le ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.
Lc. 24, 36-43

Cuando Jesús entra y se encuentra con los apóstoles atemorizados lo que hace es tranquilizarles, no les recrimina nada, simplemente les muestra los signos de la resurrección. Sus heridas están ahí, la resurrección no borra las heridas de la Cruz como si nada hubiera pasado, Cristo Resucitado las muestra y les da signos para que sigan creyendo.
A nosotros demasiadas veces nos cuesta creer, pero Jesús con su paciencia nos sigue mostrando que tras las heridas de nuestro mundo también se esconde la resurrección.

domingo, 11 de mayo de 2014

IV DOMINGO DE PASCUA


MI PASTOR SABE MI NOMBRE
En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.
Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No confundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.
Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.
Es decisivo “seguir” a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.
Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.
La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores… lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

viernes, 9 de mayo de 2014

V ESTACIÓN: PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO


Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte. Los discípulos se volvieron a casa.
Jn. 20, 3-10

Los discípulos ven los signos de que algo ha ocurrido, ¿por qué tardan en reaccionar?, algo les impide creer a la primera. Los signos están ahí, las vendas en el suelo, el sudario doblado, pero algo les paraliza y les impide dar un paso adelante al principio. Eso mismo nos pasa a nosotros muchas veces, nos cuesta creernos las buenas noticias y tardamos en salir corriendo a compartirlas con otros. Y tú ¿eres de los que ves los signos del resucitado y no te lo terminas de creer? Realmente ¿no tienes ganas de salir corriendo a contarle a todo el mundo que Cristo ha Resucitado?

miércoles, 7 de mayo de 2014

IV ESTACIÓN: LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO


Mientras ellas caminaban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Éstos se reunieron a deliberar con los senadores y ofrecieron a los soldados una buena suma encargándoles: “Decid que de noche, mientras vosotros dormíais, llegaron los discípulos y robaron el cadáver. Si llega la noticia a oídos del gobernador, nosotros lo tranquilizaremos para que no os castigue”. Ellos aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones recibidas. Así se difundió ese cuento entre los judíos hasta el día de hoy.
Mt. 28, 11-15

Qué acertado el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados “si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado? Y si lo habéis visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?”. Y es que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y en esta realidad estamos todos. Muchas veces en nuestras vidas adoptamos la postura de los soldados. Cerramos nuestros ojos, y nuestro corazón, y negamos lo que pasa a nuestro lado. En ocasiones negamos las cruces que nos rodean… “eso no va conmigo”, “yo que voy a hacer”, “yo no tengo la culpa”… Pero en otras ocasiones, en tantas y tantas ocasiones, nos negamos a ver los brotes de resurrección que nos rodean y pisoteamos la hierba verde que nace en las vidas de nuestros hermanos y hermanas.
Y tú, ¿estás dispuesto a velar para descubrir al resucitado? O por el contrario ¿prefieres mirar para otro lado y ser cómplice del no querer ver?

martes, 6 de mayo de 2014

ENLÁZATE POR LA JUSTICIA


Cáritas Diocesana de Salamanca, Entreculturas, Manos Unidas y las Obras Misionales Pontificias nos invitan a participar en una vigilia de oración. Será mañana día 7 de mayo, a las 20 h. en la capilla del Colegio Mayor Montellano (c/ Zamora 18).

lunes, 5 de mayo de 2014

III ESTACIÓN: JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES

Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Salve!”. Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: “No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán”.
Mt. 28, 8-10

Otra vez las mujeres… Quizá las mismas que salieron a su encuentro en el camino hacia el Gólgota. Las mismas que no se apartaron de los pies de la Cruz. Las mismas que al amanecer del primer día fueron corriendo al sepulcro. Ellas dijeron que iban a terminar de preparar el cuerpo del Maestro… pero en el fondo de su corazón sabían que tenían que ir porque algo nuevo estaba a punto de suceder. Y así ellas, las fieles, las que nunca habían dudado, se convierten en los primeros testigos, en las que están llamadas a dar testimonio gozoso del amor del Señor.
Y tú, ¿cómo estás de fidelidad? ¿Sigues queriendo dar testimonio del encuentro con el Resucitado?

domingo, 4 de mayo de 2014

III DOMINGO DE PASCUA


ACOGER LA FUERZA DEL EVANGELIO
Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?
Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.
Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”
Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.
Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.
Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.
¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?
Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.


viernes, 2 de mayo de 2014

II ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON MARÍA MAGDALENA


Los discípulos se volvieron a casa. María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Llorosa se inclinó hacia el sepulcro y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver de Jesús. Le dicen: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Responde: “Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice en hebreo: “Rabbuni”, que significa maestro. Le dice Jesús: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor y me ha dicho esto”.
Jn. 20, 10-18

A María Magdalena se le rompió el corazón en la tarde de aquel viernes. Pero allí estaba ella, sin esconderse, fiel, dando la cara, porque con Él había vivido el perdón, la dignidad profunda y el amor. Pero también había sentido cada golpe como propio y ante la cruz se ha visto morir un poco. Y tal vez por esto, por experimentar junto a Jesús las alegrías y los dolores del Evangelio, es la primera que va a descubrirle vivo cuando Él le llame por su nombre. Y será, desde este momento, la testigo de un Dios fiel que nos devuelve a la vida y nos compromete con ella. Jesús, al encontrarse con ella le dice “Nole mi tangere”. Hay muchas maneras de traducir esto, una de ella podría ser algo así como “no me retengas”. María Magdalena sabe, desde ese momento, que el encuentro con el Resucitado ha de llevarnos a salir, a comprometer nuestra vida, no a quedarnos inmóviles.
¿El encuentro con el Resucitado te cuestiona? ¿Te hace salir de tus zonas de confort para ir a anunciar la Buena Noticia a otros hombres y mujeres?