miércoles, 30 de abril de 2014

I ESTACIÓN: JESÚS RESUCITA

Durante el tiempo de Cuaresma os invitábamos a acompañar a Jesús en su Vía Crucis, en su camino hacia la cruz. Pero si nos quedamos en el sepulcro, nuestro camino estará incompleto y carecerá de sentido. Por eso, durante estas semanas de Pascua, os proponemos un nuevo viaje, esta vez por el camino de la luz. Catorce estaciones del Vía Lucis con las que podremos acompañar al Resucitado dejándonos interpelar por él y por todos los que fueron testigos de su resurrección.
Se trata del texto evangélico seguido de una pequeña reflexión hecha por miembros de la Comunidad de Jóvenes del Milagro (Jesuitas - Salamanca) e ilustradas por imágenes de Fano.


Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente sobrevino un fuerte temblor: Un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: “Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo veréis. Éste es mi mensaje”.
Mt. 28, 1-7

Jesús resucita, y con él todos los crucificados de nuestro Mundo. Con la Resurrección ya no queda sitio para la muerte, para el fracaso, para la desesperanza... Y sin embargo, parece que vivimos en un mundo que cada día pierde la partida con todo aquello que nos aleja del sueño de Dios. ¿Cómo puede ocurrir esto? ¿Qué ha sucedido para que la Vida parezca perder?
Nosotros, tú y yo, debemos apostar fuerte por la vida allá donde el Señor nos ha puesto, en nuestro día a día, en nuestra Galilea... allí, delante de nosotros, está ya el Señor Resucitado.
Ve a tu Galilea y pregúntate, en tu vida cotidiana, ¿en qué noto que el Señor vive ya Resucitado?

martes, 29 de abril de 2014

DE LA PASCUA JUVENIL


En estos días de celebrar con gente de otras ciudades la Semana Santa, he aprendido a ser mejor persona, a estar más atenta y a tener más paciencia con la gente a la que quiero en buenos y malos momentos. Me gustó mucho el ambiente de amistad y acogida entre gente que tampoco nos conocíamos tanto. Después de tres días nos sentimos como una gran familia y nos costó despedirnos. Algunos momentos muy especiales fueron acompañar a Jesús en sus sufrimientos, en el Viacrucis, hasta verlo en el sepulcro. Me recordó personas queridas que han fallecido hace poco. También fue impactante el ver videos de personas que han servido a otros, como Jesús. Aunque personalmente no me olvidaré del momento de la reconciliación donde me sentí aliviada y liberada, comprendida… y los momentos de acompañamiento charlando con otras personas sobre lo que nos importa en la vida. Ahora que terminó la experiencia, me siento con ánimo para volver a las rutinas, a seguir poniendo en práctica lo aprendido y seguir creciendo en el seguimiento de Jesús.
María Jesús Sánchez

domingo, 27 de abril de 2014

II DOMINGO DE PASCUA


PAZ A VOSOTROS

Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero no está con ellos Jesús. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. ¿A quién seguirán ahora? ¿Qué podrán hacer sin él? “Está anocheciendo” en Jerusalén y también en el corazón de los discípulos. Dentro de la casa, están “con las puertas cerradas”. Es una comunidad sin misión y sin horizonte, encerrada en sí misma, sin capacidad de acogida. Nadie piensa ya en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Con las puertas cerradas no es posible acercarse al sufrimiento de las gentes.
Los discípulos están llenos de “miedo a los judíos”. Es una comunidad paralizada por el miedo, en actitud defensiva. Solo ven hostilidad y rechazo por todas partes. Con miedo no es posible amar el mundo como lo amaba Jesús, ni infundir en nadie aliento y esperanza.
De pronto, Jesús resucitado toma la iniciativa. Viene a rescatar a sus seguidores. “Entra en la casa y se pone en medio de ellos”. La pequeña comunidad comienza a transformarse. Del miedo pasan a la paz que les infunde Jesús. De la oscuridad de la noche pasan a la alegría de volver a verlo lleno de vida. De las puertas cerradas van a pasar pronto a la apertura de la misión.
Jesús les habla poniendo en aquellos pobres hombres toda su confianza: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. No les dice a quién se han de acercar, qué han de anunciar ni cómo han de actuar. Ya lo han podido aprender de él por los caminos de Galilea. Serán en el mundo lo que ha sido él.
Jesús conoce la fragilidad de sus discípulos. Muchas veces les ha criticado su fe pequeña y vacilante. Necesitan la fuerza de su Espíritu para cumplir su misión. Por eso hace con ellos un gesto especial. No les impone las manos ni los bendice como a los enfermos. Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.
Solo Jesús salvará a la Iglesia. Solo él nos liberará de los miedos que nos paralizan, romperá los esquemas aburridos en los que pretendemos encerrarlo, abrirá tantas puertas que hemos ido cerrando a lo largo de los siglos, enderezará tantos caminos que nos han desviado de él.
Lo que se nos pide es reavivar mucho más en toda la Iglesia la confianza en Jesús resucitado, movilizarnos para ponerlo sin miedo en el centro de nuestras parroquias y comunidades, y concentrar todas nuestras fuerzas en escuchar bien lo que su Espíritu nos está diciendo hoy a sus seguidores y seguidoras.

domingo, 20 de abril de 2014

RESUCITÓ

El amanecer de aquel día, el primero de la semana… el primero de todos los días, el sol que se despertaba trajo la luz que nos permitió verlo todo nuevo… ver y creer.
En nuestro día a día vamos como aquellos discípulos de la primera mañana, corriendo en busca de algo que nos cambie la vida, que transforme la desesperanza en esperanza, la noche en día, los grises en colores… Pero vamos tan a prisa que no somos capaces de ver que todo eso que buscamos ya está en nuestras vidas, que no hay que llegar al sepulcro para comprender que el Señor ya ha resucitado.
Si fuésemos así por la vida, con la mirada puesta en el Resucitado, veríamos hombres y mujeres que son capaces de salir de su propio querer e interés y pensar iniciativas sencillas que levanten a tantos hermanos y hermanas despojados por esta situación en la que estamos obligados a vivir.
Hombres y mujeres que dedican horas de su tiempo a compartir con otros, a acompañar a los que más lo necesitan.
Hombres y mujeres que responden generosos a la llamada a acercar a Dios a los otros, compartiendo su experiencia de encuentro con Él.
Hombres y mujeres que viven con una sonrisa, haciendo que la vida de los otros se llene de claridad.
Hombres y mujeres fieles, que esperan contra toda esperanza, confiando aunque a veces duden de que vuelva a amanecer.
Hombres y mujeres que renuncian a brillar para iluminar otras vidas, otras realidades.
Hombres y mujeres, en fin, que ya viven su vida en clave de Resurrección, porque no hay que esperar a llegar al sepulcro para saber que Él vive. Y que si afinamos bien la mirada podremos encontrarle en cada rincón de nuestras vidas.
Iniciamos hoy el tiempo de Pascua. 50 días para aprender a caminar a la luz del Resucitado, para ver y creer.
Ojala que este tiempo transforme nuestro corazón y toda nuestra vida.
Quiero compartir con vosotros un regalo especial en este Domingo de Resurrección. Se trata de un texto de Hamlet Lima Quintana. Es para todos, pero permitidme que al transcribirlo traiga a la memoria a todos los que durante estas últimas semanas habéis hecho de este blog de los Jóvenes del Milagro un lugar de encuentro anticipado con el Señor Resucitado, y a todos los que en estos días de Pascua hemos compartido, de mil maneras, la historia de amor más grande jamás contada. Feliz Pascua de Resurrección.
Hay gente que con solo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales; que con solo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas, que con solo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa. Hay gente que con solo abrir la boca llega a todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después, como si nada.
Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria pues sabe que a la vuelta de la esquina hay gente que es así, tan necesaria.
Jesús Pombo

viernes, 18 de abril de 2014

VIERNES SANTO


La urgencia le obliga a actuar rápido. Son pocos los segundos que tiene el padre, una vez que es consciente de la situación, para decidir salvar a su hijo o al resto de la humanidad. Quizá actuase de forma automática, quizá no tuvo tiempo para pensar en nada. Pero, ¿por qué no pensar que, a pesar del dolor, tenía claro que su deber era entregar al niño en favor de tantos hijos, y tantas madres, y tantas familias, tantas vidas que estaban en su mano?
Sin embargo Dios, Tú tuviste todo el tiempo para pensar tu decisión, para buscar el mejor final para la historia. Y encontraste el mejor principio. Decidiste que la mejor manera era la entrega. Una vez más. Como entrega era lo que había caracterizado a la vida de Tu Hijo, entrega sería lo que caracterizase su muerte. Entrega en vida y entrega en muerte. Entrega hasta el final.
Y es esa entrega la que hace que la muerte no sea un sinsentido. Que no lo fuera entonces y que no lo sea ahora. Esa muerte nos habla de amor llevado al extremo. Me desbordas, Señor. Me desborda que tu propuesta de amor sea hasta el extremo. ¿Por qué tuviste que llegar hasta el final? A mí ya me había quedado clara tu lógica: el perdón, el lavar los pies, el estar al lado de los olvidados. ¿Era necesario tanto sufrimiento?
Y por otra parte, Tú también tuviste que sufrir. Sé que sufrirías al ver a tu hijo solo, maltratado, despreciado, crucificado. Sufrirías cuando clamaba mirando al cielo sintiéndose abandonado por su Padre. Sufriste entonces y sigues sufriendo hoy, porque seguimos crucificándole.
Así que hoy es día de muerte. Porque junto a Jesús, seguimos condenando a la cruz a muchos: a los que no tienen hogar, a los que no optan a educación, a los que negamos la oportunidad de un futuro mejor. Y las “cruces del sur” se mantienen por las “cruces del norte”: la cruz del egoísmo, de la indiferencia, de la falta de compromiso… Son estas nuestras cruces las que crucifican a otros.
Aun así y siendo día de cruz, es día también de agradecimiento por la vida entregada, por el amor puesto en juego hasta sus últimas consecuencias. Es día de contemplar la cruz, reconociendo en ella lo que hay de carga y de dolor, pero también lo que hay de amor y de liberación para todos los hombres, porque sí Él murió fue para regalarnos VIDA.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia

jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO


EL SERVICIO, PARTE DE NUESTRA AGENDA
Supongo que cuando Jesús lavaba los pies a sus discípulos en un día como hoy hace unos cuantos años, lo que quería no era proponer el Jueves Santo como el Día Mundial del Servicio: día para remangarse y ponerse el traje de faena. Va más allá de eso, es el día en que cobra todo su sentido una manera de vivir y de estar en el mundo: es el día en que Jesús se arrodilla y sienta las bases de una lógica del servicio que nos compromete a una vida entregada. Y yo creo que las Patronas reflejan a la perfección esa manera de situarse ante los otros.
Las Patronas son un grupo de mujeres del estado de Veracruz en Méjico, que desde el año 1995, tienen un compromiso de ayuda a los migrantes centroamericanos que viajan en “La Bestia”: el tren de carga que llega a los EE.UU. desde zonas como Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras… Salen a las vías que están al lado de sus casas, y con el tren en marcha les proporcionan agua, alimentos, información sobre sus derechos y sobre las instituciones que pueden ayudarles… pero sobre todo un hilo de esperanza.
El vídeo lo dice todo. Y es que el servicio no es sólo el servir, sino el cómo y desde dónde hacerlo. Servicio es acercarse a las vías del tren para estar al lado del que viaja, no en primera y con maleta, sino de pie entre vagones y con lo puesto. Es sembrar esperanza entre aquellos que huyen con miedo.
Servicio es tender una mano al que no tiene. Es olvidarse un poco de uno mismo para pensar en segunda persona. El servicio tiene sus riesgos: la Patrona está a punto de caer varias veces. Del mismo modo, nosotros corremos el riesgo de desgastarnos, de caer una y otra vez en guerras que no son las nuestras.
Igual que Las Patronas debemos saber hasta dónde podemos llegar. Hay tanta gente necesitada de que alguien extienda su mano que sería frustrante querer abarcarlo todo. Es más, servir es sembrar sin pensar en los resultados de nuestra acción (sólo 4-5 de cada 200 viajeros de “la Bestia” consiguen llegar a su destino). Lo importante no es lo que conseguimos, sino la oportunidad transformadora de nuestras actitudes.
Y lo más importante de este servicio al modo de Jesús es el compromiso. Servicio no es levantarse hoy con ganas de ayudar. Servicio es, como las Patronas, convertir en rutina la idea de colocarnos a los pies del otro, a su disposición. Es automatizar esta forma de actuar, sin perder con ello la chispa de lo novedoso, pues la fuente de la que bebemos y en la que nos  renovamos (nuestra fuente de energía) es inagotable. Es ir empapándonos de este estilo, de modo que este vaya tiñendo todas las facetas de nuestra vida.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia 

miércoles, 16 de abril de 2014

MIÉRCOLES SANTO


Hoy nos dices: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.
Pero yo estoy muy tranquila. Porque yo voy a misa, soy catequista, soy también voluntaria, participo en los grupos de jóvenes… Incluso, a veces leo la Biblia y puedo declararme sin ninguna duda una persona apasionada por tu mensaje. Tranquilo, no soy yo la clase de persona que te entregaría.
No, Señor, yo no. Yo quiero ser tu discípulo, quiero seguirte. Yo voy a acompañarte por las aldeas y estaré a tu lado cuando te aplauda la muchedumbre, cuando multipliques los panes y los peces, cuando prepares cena con tus amigos. Eso sí, puede que cuando me pidas que te acompañe en tus últimas horas pueda más mi cansancio. Incluso si la cosa se pone fea puede que niegue ser de los tuyos. Pero no Señor, yo no soy ningún Judas.
Iré contigo a Betania, pero no me pidas que vaya también a Jerusalén. Yo te sigo en mi Parroquia, pero no me pidas que te “lleve” a la Universidad, al trabajo, al día a día; porque quizá topes con mis miedos. Pero eso no es entregarte, ¿no, Señor? Yo no soy ningún Judas.
Voy a ir contigo a Getsemaní, pero no me pidas que acompañe tu sufrimiento. Eso no. Puedes pedirme lo que quieras, pero verte desesperado, “abandonado” hasta por tu Padre, maniatado, verte en cruz… no Señor, para entonces ya habré huido. Prepararé juegos, fiestas, encuentros…pero para acompañar la enfermedad y las caídas quizá no esté preparado o igual me pilles liada. Pero eso no es ser ningún Judas, ¿o sí?
Caminaré orgullosa al lado de los que creen como yo, pero no me pidas que dialogue con el que me critica o no me entiende. Viviré con el amor, el compromiso, la solidaridad y la entrega como estandarte; salvo si estoy de exámenes, o estresada entre tantas actividades, o me pueden las prisas, o el que tengo enfrente no me cae bien, o no me acuerdo del que tengo al lado… En esos casos, entiende que me pilla mal lo de vivir a tu estilo. Cargaré con la responsabilidad de vivir tu lógica de amor, pero no me pidas que cargue también con la cruz.
Pero no Jesús, yo no soy ningún Judas, yo jamás te entregaría…

Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia

martes, 15 de abril de 2014

MARTES SANTO


FRAGILIDAD BUSCADA
Judas y Pedro. Dos personajes diferentes pero que en un momento dado, a pesar de ser discípulos de Jesús, niegan a su Maestro. Niegan a su Maestro, pero niegan también tantos momentos compartidos y la realidad de un proyecto común con el que antes han vibrado, y que ahora, parece convertirse más en una carga.
Pedro lo hace por miedo. Normal. El mensaje de Jesús apasiona y compromete, pero dejarse la vida en el camino asusta. ¿Tú no has tenido nunca miedo? Del “qué dirán”, del no encajar, de no saber responder, de abandonar, de renunciar a demasiadas cosas…
Judas niega a Jesús porque no es lo que esperaba. Quizá esperaba otro tipo de líder: un líder poderoso, uno al que lavarle los pies, uno que responda a los ataques, que no se deje apresar tan fácil… ¿Cómo reaccionas tú cuando lo que descubres no es lo que esperas? ¿Elaboras tu religión a la carta quedándote con lo que te conviene? ¿Huyes? ¿Niegas?
Ambos, golpeados por la exigencia de una lógica que les desborda (que nos desborda), fallan a Jesús, a su estilo y a sí mismos. Se muestran frágiles. Lo son (lo somos, y menos mal). Es otro de sus rasgos comunes. Son frágiles antes de negar a Jesús y lo son después. Tras su traición, ambos sienten el peso de la culpa, pero reaccionan de manera distinta: Pedro consigue levantarse, reponerse, aceptar su fragilidad; Judas no puede soportar tal peso y cae.
Es complicado el tema de la fragilidad, porque en nuestras cabezas se asocia con las connotaciones negativas de palabras como debilidad, flojera, inferioridad. Y sin embargo, hay otra fragilidad que uno abraza porque acerca a Dios. Es esa fragilidad de quien asume los fracasos y las negaciones como parte de la vida (sin torturarse por ello, dándole su importancia y su sentido), de quien no se sueña perfecto y no aspira a la perfección. Fragilidad es saberse pequeño y quererse pequeño, para que Aquel que es grande tenga la oportunidad de abrazarnos.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia

lunes, 14 de abril de 2014

LUNES SANTO

Situémonos. Ayer Jesús entraba en Jerusalén aclamado entre ramos de olivo. Él sabe que Jerusalén se convertirá en unos días en territorio hostil. Sabe lo que le espera. Hoy descansa en Betania, su zona de confort, su segunda casa. Allí María unge sus pies con perfume caro. Es una manera de bendecir a Jesús, de demostrarle que ocupa un lugar alto en sus prioridades. Pero Judas se enfada, le importa más el dinero que vale el perfume que el acto  de unción de María.
María centra su mirada en Jesús. Por eso no le importa el perfume derramado, sino que Jesús está con ella. Judas centra su mirada en el poder, en el dinero. Las miradas tienen dos dimensiones: una hacia dentro (lo que veo me transforma) y una hacia fuera (transformo lo que miro). Y nos vamos a quedar con la segunda.
A veces no somos conscientes del poder de una mirada. Y sin embargo, mi mirada coloca al otro en un lugar determinado. Como María, puedo centrar la mirada en la persona, independientemente de sus circunstancias. Como Judas, puedo centrarla en el valor que le doy a esa persona (pongamos por caso 300 monedas).
Y así sucede. A veces miro a la persona. A veces a sus circunstancias. A veces miro por encima del hombro. A veces miro de refilón, como no queriendo mirar. A veces mi mirada es la de un espectador, que no se implica, que no se deja tocar, que vive tras una pantalla sin afectarse por lo que ve. Sí, la mayoría de veces esa es mi mirada.
Y lo que yo quiero es una mirada más a la manera de Jesús. Una mirada que me comprometa, que no me deje indiferente. Y además, quiero que mi mirada sea capaz de transformar. Quiero que mis ojos miren a los que nadie quiere mirar, porque mirando a los que no solemos ver les devolvemos parte de su dignidad.
Sí, porque en esta vida lo que no entra por los ojos (lo que no atrae nuestra mirada) no cuenta, no existe. Es así. Entran por los ojos los mares, las playas… pero no los inmigrantes que llegan a ellas. A “esos” les giramos la cara. Sí, tenemos esa capacidad de, con solo una mirada, condenar al olvido, o a la indiferencia, a la invisibilidad. Eso sí, en nuestra mano está también el que nuestra mirada sea mirada de inclusión y de amor, dejando de esta manera a Jesús como centro de nuestra mirada.
Laura García Turrión y Sandra Marcos Palencia

domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS


La lógica de Dios
El Domingo de Ramos suele ser una de las celebraciones de la Semana Santa que más me conmueven… La liturgia de este día, la estructura de la celebración, nos permite comprender un poco mejor la paradoja de los últimos momentos de la vida de Jesús: empezamos cantando al ritmo de hosannas y santos, batiendo olivos y palmas… pero, terminamos con la contemplación de la Pasión y la muerte de Jesús. La alegría inicial se transforma en silencio e intimidad; mi corazón se recoge y da un vuelco al escuchar “y en ese momento, exhaló el Espíritu”… Contemplar a Dios colgado en la cruz, a ese a quien llamábamos santo e hijo de Dios, muerto injustamente de la forma más dolorosa, me descoloca por dentro.
El Domingo de Ramos es, para mí, un día clave para comprender que la lógica de Dios es otra…
Fijémonos, por ejemplo, en la entrada en Jerusalén. ¿A quién vemos? A un Jesús que viene de lejos, con el rostro cansado quizás por la intensidad de los últimos días, yendo de aldea en aldea, encontrándose con unos y otros, hablándoles de un Dios que desconocen; un hombre carismático, sonriente y cercano… Muchos han visto en él a un gran profeta y hoy le aclaman como Rey. Un Rey que entra en la Ciudad Santa… a lomos de un burro.
Hace unas semanas os contaba la potencia que tiene esta tierra de Dar Tama (al este de Chad) para dibujar los escenarios de momentos bíblicos y permitirme comprenderlos mejor. Una de las primeras imágenes que comprendí al llegar a esta parte de Chad, es precisamente esa: Jesús montado en un burro entrando en Jerusalén. Os pongo en contexto: a este lado del país la sociedad está todavía profundamente marcada por las diferencias tribales y étnicas. Aquí podemos encontrar a los hombres a lomos de 3 animales, y sólo viendo qué animales tiene, puedes saber qué rol ocupa esa persona en sus tribus: quién ostenta el poder, quién toma las decisiones, cómo tienes que dirigirte a ellos. El camello, por ejemplo, es un animal de reyes; está reservado para los jefes de los clanes y ligado a una figura de poder y autoridad tradicional… hay que saber que sólo aquellas tribus más poderosas tienen camellos y que son animales extremadamente caros. El caballo, por su parte, es también muy apreciado, pero está ligado no a la autoridad sino al dinero; los miembros más ricos de la comunidad son aquellos a quienes ves montados a caballo. Ni que decir tiene, que las mujeres tienen prohibido montar en uno u otro animal porque eso deshonraría a los hombres. Finalmente, tenemos el burro: un animal de carga, un animal del que se dice que “no tiene muchas luces”, reservado para el trabajo duro como el transporte de agua y leña, utilizado por los pobres y las mujeres…
Esta imagen no difiere mucho de la época en la que Jesús vivió… Y es en ese contexto que, nuestro Dios Todopoderoso, decide que no quiere ni camellos ni caballos… Él escoge un burro y, en su opción, se identifica deliberadamente con los últimos de su tiempo… Como ha hecho desde su nacimiento en Belén, cuando llega el momento de mostrarse Rey, lo hace de una forma que no esperamos y, por tanto, nos cambia los esquemas. A veces me gusta decir que nuestro Dios es un Dios provocador e irreverente (eso debieron de pensar muchos de Jesús), pero es justamente ahí donde se cargan las tintas de su mensaje; es ahí donde mejor veo lo que quiere decirnos…. Y es ahí donde me convence…
El Evangelio de hoy nos muestra que la Pasión está cargada también de esas irreverencias: ¿qué Rey se pone delante cuando vienen a apresarlo, en lugar de enviar a todos sus soldados a defenderle? ¿Qué hombre no se defiende cuando vienen a apresarlo para matarle? ¿Qué amigo perdona a su amigo incluso antes de que éste le haya traicionado no una sino 3 veces? ¿Qué acusado poderoso no busca un batallón de abogados para defenderle de injurias y calumnias?... 
¿Qué Dios se entrega absolutamente a la muerte más indigna y dolorosa por puro amor a una humanidad que le ha traicionado?
Contemplando la vida y la muerte de Jesús comprendemos que la lógica de Dios es otra… que la felicidad más profunda, que el sentido de la vida se juega en terrenos distintos al dinero, a la fuerza, al poder, a la imagen personal o a la perfección de aquellos con quienes compartimos la vida. Es ese Dios el que me seduce, es ese Dios que opta por mimetizarse con los últimos, que me enseña que la vida sólo tiene sentido cuando se parte y se reparte, cuando se pone al servicio cueste lo que cueste, cuando sirve para dignificar la vida de los otros, cuando se ama sin límites… En su irreverencia, Jesús me convence de que Él verdaderamente es el Camino, la Verdad y la Vida…
Que estos días de semana santa puedan servirnos a cada uno para adentrarnos un poco más en esa lógica del Señor, ese que toma nuestra libertad que a veces crucifica y construye en ella resurrección y vida. Feliz Semana Santa a todos.

Nade, en estos días, extrañando mucho a mis milagreros desde el Chad

sábado, 12 de abril de 2014

MAKTUB


Manolo está en plena crisis de la mediana edad. Su matrimonio con Beatriz está al borde del caos, la rutina de su trabajo le resulta insoportable y la comunicación con sus dos hijos y con la vida misma es nefasta.
Sin embargo, el destino le lleva a cruzarse con Antonio, un chico canario de 15 años enfermo de cáncer pero con una vitalidad muy contagiosa. A partir de entonces, su amistad con él, su madre, un divertido repartidor de comida y una extravagante enfermera, entre otros, será el inicio de un sinfín de coincidencias que cambiarán su vida en un divertido y mágico cuento de Navidad que nos habla de vida y de Resurrección.
La palabra “Maktub” procede del árabe y significa “lo que está escrito”. El título hace referencia a esas extrañas casualidades que nos suceden a veces y que parecen inevitables, como si fueran producto del destino.

viernes, 11 de abril de 2014

XIV ESTACIÓN: JESÚS ES SEPULTADO


Él, que había sido vida, se apagó. Fue su fin en este viaje por la Tierra, o eso se pensaba. De este acontecimiento apareció la oscuridad, las tinieblas, la tristeza…
Abatidos, desolados, con pena, así nos quedamos cuando alguien cercano a nosotros muere. Nos preguntamos por qué ha pasado, por qué él/ella y no otra persona. Sentimos que no encontramos respuestas a estas preguntas, sentimos que no hay consuelo para nuestro dolor, nuestro sufrimiento.
La lectura positiva que se puede sacar de la oscuridad en la que a veces nos encontramos es la de poder identificar a las personas que se encuentran en nuestras vidas, quienes comparten tanto las alegrías como las penas, quienes nos acompañan por el camino de la vida, sea cual sea éste, como hizo con Jesús José de Arimatea. Y, por qué no, sentir que Él nos acompaña en cada paso, que nos hace fuerte en nuestros miedos, en nuestras tinieblas, en nuestras debilidades…
Es aquí, en estos momentos, en los que tenemos que recordar que Jesús estuvo dispuesto a ofrecer su vida por nosotros y  nos la ofreció como símbolo de amor extremo, al igual que hicieron nuestros seres queridos. Ellos nos dieron su tiempo, su cariño, nos ofrecieron su sabiduría, en definitiva, un pedacito de su vida.
Así pues, nosotros en vez de llorar su muerte debemos celebrar su vida, del mismo modo que Jesús nos enseñó, es decir, siendo luz para esas personas que se encuentran en las tinieblas, en la oscuridad y piensan que están encerrados en ellas, que no van a poder salir nunca de esta penumbra, que no van a poder ser capaces de encontrar, otra vez, su propia luz.
Que de la muerte brote la vida, tenemos que contagiar la esperanza, las ganas de vivir, la confianza, la paciencia, a las personas que nos rodean en nuestro día a día, pero lo más importante que tenemos que ser es LUZ para iluminar esos caminos de tinieblas y oscuridad.
Que la Vida venza a la muerte.
Ana Martín. Comunidad de Jóvenes "Nuwanda"

jueves, 10 de abril de 2014

MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2014


El Papa Francisco ha establecido los temas de las próximas tres ediciones de la Jornada Mundial de la Juventud, que marcarán las etapas del camino de preparación que  llevará a la celebración internacional de la Jornada Mundial de la Juventud, prevista en Cracovia (Polonia) en el mes de julio de 2016.
Los tres temas están tomados de las Bienaventuranzas. En Río de Janeiro, el Papa Francisco pidió a los jóvenes, “de corazón”, que volvieran a leer las Bienaventuranzas para hacer de ellas un concreto programa de vida: “¡Mira, lee las Bienaventuranzas que te van a venir bien!”.
Este camino de preparación comenzará el próximo Domingo de Ramos con la celebración de la XXIX Jornada Mundial de la Juventud, bajo el lema “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5,3).

miércoles, 9 de abril de 2014

ORACIÓN

Página web de Álvaro Fraile

“Quedaos aquí, velando conmigo.” (Mt, 26, 38)
No puedo usar máscaras. No puedo esconderme. Puedo engañarme a mi mismo, pero Dios me conoce en lo profundo. En la oración, yo soy el que soy.
He oído varias veces que con el Señor estamos ante una puerta con un pomo de nuestro lado, pero no del otro. Él siempre quiere tener la puerta abierta, siempre nos espera. Mientras que nosotros podemos decidir cerrando la puerta o abriéndola a nuestro antojo. Haciendo caso omiso o escuchando si nos interesa.
En Getsemaní, en el Huerto de los Olivos, Jesús ora y pide a sus discípulos que velen con él. Quizás me duerma y me deje llevar por las distracciones, tareas y preocupaciones.
Voy a poner en la oración mi vida. Sin edulcorantes y sin máscaras. Él puso la vida en juego. Al menos, tengo que intentarlo, sin dormirme, y convertir mi vida en luz.
José Javier Redero Madruga

martes, 8 de abril de 2014

TALITA KUM


Ahora. Levántate.
No te dejes morir
en muertes cotidianas
que acallan el verso
que secan el alma
y frenan el paso
hasta dejarte inerte.
No mueras en vida,
sepultado por nostalgias,
rendido antes de tiempo,
consumido por dentro.
No permitas que te envenene
el odio, ni dejes
que la amargura –¿o es miedo a vivir?–
haga de tu corazón una losa.
Levántate.
Sostenido por la memoria
de buenos amigos y buenos momentos,
confiado en un hoy grávido de oportunidades.
Movido por la esperanza en lo que ha de llegar.
Levántate, agradecido por tanto…
Ama,
descubre los milagros ocultos, cree,
y pelea, si hace falta,
la batalla nuestra de cada día.
Que eso es ser humano.
Levántate.
Ahora.

José Mª Rodríguez Olaizola sj

lunes, 7 de abril de 2014

XIII ESTACIÓN: JESÚS MUERTO EN BRAZOS DE SU MADRE


La verdad, es que no sé ni por dónde empezar. ¿Cómo hablar de algo tan grande? ¿Cómo expresar tanta fuerza, dureza y amor? ¿Nos paramos a pensar en el día a día, si somos como ella fue, o si lo pretendemos ser? ¿Pensamos de verdad, que a pesar de los problemas, hay algo que va más allá? Ese algo, es el que nos hace afrontarlos, y seguir adelante. Ese algo, nos da la esperanza de que los problemas no se cambian, pero la manera de afrontarlos, si, y ese, es nuestro deber. Ella lo hizo, sintió todo el dolor por su hijo, pero aun así, fue ejemplo de fortaleza.
Entonces, digamos que sería algo así, como sonreírle a los obstáculos que se presenten, y así saltarlos mejor. No digo, que no pueda haber momentos de flaqueza, pero solamente tenemos que pensar, en que no estamos solos, que tenemos a alguien muy grande sosteniéndonos, siempre, incondicional, igual que el amor de cualquier madre, igual que el amor de Dios. Entonces, me acuerdo de la frase “Ningún mar en calma, hizo experto a ningún marinero”, y es ahí, cuando entiendes, que detrás de cualquier dificultad que se presente, hay siempre un buen aprendizaje, siempre habrá algo nuevo que aprender, y si se refiere a crecer como persona, y a hacerse fuerte, más todavía.
Si tengo que hablar de esa fortaleza, de la que hablo, creo que no he podido tener mayor ejemplo, he tenido suerte. A mí, me enseñaron a sonreírle en la cara a los problemas, y a afrontarlos, como son, con calma y siempre sacando lo mejor de cada cosa, y gracias a ello, me he enriquecido. Por todo eso, doy gracias, por cómo me lo han enseñado, por lo que me siguen enseñando y por como eso, me ha hecho ser quien soy.
Desde pequeño, te enseñan todo lo que tienes que saber, los valores que te formarán como persona, y los que te definirán, los mismos, que harán que hagas las cosas, coherentemente con lo que se te presente, los problemas. Claro que no llegará el momento, en el que no haya preocupaciones, y en el que no haya problemas, porque hay mucho que hacer, para que eso, utópico, llegue a ocurrir, pero aun así, y mencionando una de las reuniones de mi Comunidad, somos felices, a pesar de todas las dificultades, y eso, es lo que cuenta. Cuenta intentar crecer todos los días, sacándole algo bueno, siempre.
A lo mejor, en los momentos malos no te apetece intentar sacarle el lado bueno de las cosas, como cualquier optimista por definición haría, pero no se te pide eso, si no que reflexiones, tanto de lo bueno como de lo malo, y que saques un aprendizaje, una lección, y con ello, racionalizar ese obstáculo, y afrontarlo de la mejor manera posible. ¿Seremos capaces, pues, de cambiar la manera que tenemos, generalmente decaída, apática y triste, de afrontar lo que se nos presente? ¿Queremos cambiarla, de verdad? Está en nosotros, está en ti, tú decides. Solo de esta manera, conseguiremos superar las dificultades, siendo, a pesar de todo, felices.
María Castro Ferrer. Comunidad de Jóvenes "Nuwanda"

domingo, 6 de abril de 2014

V DOMINGO DE CUARESMA

Parece que los domingos de Cuaresma han ido narrando los encuentros de Jesús con diferentes personas y situaciones, su posición frente a algunas fronteras que van apareciendo en la vida de todos nosotros. Le hemos visto frente a sí mismo y sus tentaciones, en medio del desierto; le hemos visto rodeado de sus mejores amigos en el Monte Tabor, encontrándose con la tradición religiosa a la que pertenece y confirmado por su Padre; le hemos visto en el pozo, con sed, hablando amistosa y profundamente con la samaritana, la extranjera; el pasado domingo le vimos en la piscina de Siloé, al lado de las personas rotas por la discapacidad, la enfermedad, el abandono y la exclusión. Pero le falta enfrentarse con la última frontera, esa de la que nadie quiere hablar, esa que rehuimos como si no existiera porque nos llena de miedo: Jesús se encuentra cara a cara con la muerte, y con la muerte de un buen amigo: Lázaro, su amigo, el hermano de Marta y María, ha muerto y ya no hay nada que hacer.
Lo primero que me llama la atención es el rostro tan humano de Jesús, que llora desconsolado por la muerte del amigo. Por desgracia, según van pasando los años, todos nosotros pasamos alguna vez por ese trance duro, feo y sordo: una persona querida muere y el corazón se desgarra por dentro. Todos huimos de la muerte y nos agarramos a lo que sea con tal de evitarla: la ciencia, la medicina… lo que sea con tal de que no llegue nunca, aunque bien sabemos que un día u otro llegará.
Yo no tengo ni idea de lo que pasó aquella tarde en casa de Lázaro, ni sé qué es lo que Jesús pretendió demostrar. Me pasa como a su hermana, que ante el dolor que me provoca la muerte de las personas que quiero, se me escapa también rebelarme contra Dios y decirle: ‘Si hubieras estado aquí, no habría muerto’. Supongo que es normal temer a la muerte y pedirle a Dios que la evite para siempre.
Lo que sí sé es que las veces que me he fiado de Jesús, la vida ha sido mejor; las veces que le he creído, he comprobado que decía la verdad; cuando me he fiado de Cristo, el camino elegido era el correcto. Y si eso ha sido así, no me cabe duda de que sus palabras, su mensaje, sus ideas acerca de la vida y la muerte también han de ser ciertas. Si no me ha fallado nunca, tampoco me fallará frente a ese monstruo que tanto temo.
Jesús nos asegura que Dios es un Dios de vivos, que la vida de cada uno no se acaba con la muerte. Poder llegar a creerlo con confianza no nos va a quitar el miedo ante nuestra propia muerte ni el dolor frente a la muerte de las personas a las que amamos, pero al menos, como hizo aquella tarde, desplazará la losa y permitirá que anide la esperanza. Si siempre me has dicho la verdad, también me dices la verdad sobre la muerte.
Cuando la perra muerte ha arrancado de mi lado a algunas de las personas que más quiero, también he mirado a Jesús y Él me ha dicho, compartiendo conmigo las lágrimas y el dolor por la herida honda: ‘Están vivos, en tu corazón, en tu recuerdo, en la vida que continúa viviendo en ti… y están vivos al lado del Padre, disfrutando de una vida que no se acaba, sentados en la meta que siempre quisieron alcanzar, mucho más felices de lo que puedas imaginar y aceptar ahora’.
Y a pesar de mi miedo, le creo, porque nunca me ha mentido, porque siempre ha dicho la verdad.
Alfonso Salgado, CVX en Salamanca

sábado, 5 de abril de 2014

LA PASCUA DE LOS SENTIDOS


"En lo más hondo de todo lo que existe, debajo de las etiquetas, de las cáscaras, de la piel, trabaja constantemente el Espíritu de Dios haciendo nuevas todas las cosas desde dentro, no desde la seducción, sino desde una llamada a la libertad...".

Esa cita es parte del prólogo del nuevo libro del jesuita Benjamín González Buelta. Una sucesión de poemas y oraciones que siguen el itinerario de los Ejercicios espirituales de San Ignacio. Imágenes poderosas, actuales, profundas, que quieren ayudar a abrir una grieta en las fachadas que a menudo se nos comen demasiadas energías. Con sugerentes introducciones que van dando pistas sobre lo que es acercarse a Dios en la oración, Benjamín quiere ofrecer salmos que "ayuden a disponernos para un encuentro con Dios siempre abierto a plenitudes insospechadas". Al final, la categoría básica es la de relación. Y lo que hace el autor es ofrecer pistas para comprender lo inesperado, definitivo y apasionante de la relación con Dios en este mundo. Lo hace, sin duda, desde su propia experiencia, acompañando a innumerables personas a lo largo de una fructífera vida apostólica. Y por eso, lo que cuenta, y lo que sugiere, es tan creíble.  

viernes, 4 de abril de 2014

XII ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ


Y Jesús muere en la cruz.
Ahí está nuestra más profunda clave, la clave de un amor nuevo que culmina en esa cruz. La clave de toda nuestras vidas es precisamente eso, cuando acabó la vida de aquel... que nos dio la vida.
Jesús murió, y si murió por nosotros. A mí me gusta más pensarlo apacible, sonriente, alguien que después de haber desesperado por fin, a grito de "¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!" sintió tranquilidad al ver que se encontraría con el Padre, con su padre, con nuestro Padre. Aquel que al hacerlo nos llevaría a todos nosotros con Él mismo, aquel que cuando miró a su madre por última vez, hablaron sus corazones y se abrazaron sin llegar a tocarse. Aquel que inclinó la cabeza y dijo, "perdónalos padre, pues no saben lo que hacen" más que con reproche con resignación, más que con tristeza, con amor.
Como un padre que sabe que sus hijos lo han hecho mal, que sabe que otros no hubieran perdonado, pero les quiere tanto que simplemente no puede hacer más que sonreír cansadamente, pero sonreír profundamente. Aquel que murió y que nos salvó a todos.
Esta es la parte más mística de su acto de morir, la parte divina, en la que realmente hay un sacrificio inigualable, pero hay otra parte, otro aspecto que se ve al sentir que Jesús muere en la cruz.
Precisamente eso, el hecho de morir, el hecho de sufrir, de tener miedo, el hecho de que un hombre, un simple judío, probablemente tembló allá en la cruz, probablemente trataba de encontrar una salida y probablemente se sentía abandonado, lo hacía humano. Lo hacía cercano, lo hacía frágil y a la vez lo hacía sólido.
Jesús vivió una vida plena, una vida con sus más y sus menos, con sus tropezones y con sus alegrías. Vivió un camino de ascensión, con más peso cada vez en la espalda, con cada paso nos iba cargando más y más, con cada paso nos estrechábamos más fuerte las manos. Su sendero, como el de todos nosotros, no fue un camino de rosas, y como muchas veces nos muestra, también se sintió desamparado. Pero lo que al fin realmente comprendió es que Dios nunca le había abandonado, lo que al final todos más o menos reconocemos, que muchas veces la meta de nuestro camino, de nuestra búsqueda está más cerca de lo que creemos. Quiero decir que Cristo vivió una vida que culminó salvándonos, pero en realidad esa meta, ese final ya lo llevaba consigo, cada día en la tierra fue una salvación, cada milagro, cada gesto, cada reprimenda... Por eso él no se detuvo, no paró, por mucho que el futuro pareciera un horizonte inalcanzable y poco apetecible. Pues a ver quién se para en el camino- en un camino duro y largo- y puede volver a ponerse en pie. Y por eso, por muy abandonado que se sintiera, no importaba el miedo, no importaba el dolor, pues realmente Dios nunca lo abandonó, como nunca lo hace con nosotros.
Estoy segura de que esto Jesús ya lo sabía. El temor ciega pero nunca apaga. Jesús era su predilecto, su hijo amado. Y un amor que una vez se siente y da seguridad, nunca se podrá apagar. Y más si es el amor de Dios.
Por eso tal vez en sus últimos momentos, sus últimos vistazos al mundo desde la cruz, fueron de paz. De paz, perdón y amor, pues como decía San Agustín, tal vez se dio cuenta de que Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar, te enseña a que hagas cuanto puedes, y a que pidas lo que no puedes. Tal vez se sintió más que nunca en sus manos, en sus brazos, tal vez se sintió más humano, más querido y más bendecido. Tal vez realmente sintió que el mundo estaba dado de su mano, el mundo pasado, el mundo presente y el mundo futuro y por eso pidió por nosotros, porque realmente no sabíamos lo que hacíamos...
Tal vez por todo eso, cerró sus ojos con una sonrisa.
Sandra Sevilla Ortíz. Comunidad de Jóvenes del Milagro

jueves, 3 de abril de 2014

DURA CADENA

Un eslabón por cada miedo, duda o cobardía. Por cada mirar hacia otro lado y sólo hacia mis intereses. O hacia lo que me dicen que debe interesarme. Se van uniendo unos mientras que otros pueden ir creciendo más férreos e inquebrantables.
El frío acero que me rodea convierte mi temperatura y mi actitud vital de igual material y sensación térmica. Pero el calor del amor más profundo y sincero puede llegar a fundir el hierro. la dura cadena que parecía ser, en la fragua del herrero se convierte en un material incandescente, moldeable y quebradizo. Una conversión profunda y liberadora, dirigida por el amor que ama hasta el extremo.
José Javier Redero Madruga

miércoles, 2 de abril de 2014

XI ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ


¿Por qué te hago daño si sé que te duele? ¿Y por qué me sigues queriendo aunque no deje de hacerlo?
Yo te traiciono y Tú me amas, yo te clavo en la cruz y Tú me salvas. Yo te niego, y tu respuesta es un abrazo que sana, unas palabras que calman: “Ten fe y camina, yo te quiero”.
Pero no me atrevo, Señor, no quiero causar más dolor. Es curioso, Te echaba de menos sin saber quién eras, y ahora me da miedo saber quién soy. Tampoco quiero quedarme quieta, ni seguir huyendo. Solo quiero ir hacia Ti, pero sin buscar atajos, por el camino que me tengas preparado. Ese que sueñas para cada uno.
Aún no llego a comprender que a cada fallo mío y cada caída, tu reacción sea cogerme la mano, levantarme y ayudarme a seguir andando. No lo entiendo porque no creo que merezca un Amor así, tan puro. Pero ahí está tu grandeza y mi pequeñez. Mi fragilidad la conocemos los dos, Tú sabes que soy muy fácil de romper, y un poco más complicada de arreglar. Pero ahí estás siempre dispuesto a perdonar y comenzar de nuevo. Ojalá yo también lo estuviera. Porque cada vez que el miedo me paraliza, o que me niego a perdonar, o que huyo de los problemas; cada vez que me trago las palabras cuando debería gritar al mundo que Te amo; cada vez que un amigo cae ante mis ojos y no lo quiero ver, cada vez que crucifico al hermano sin culpa, cada vez que la culpa me hunde y me escondo, cada vez que miro indiferente esos clavos que te atraviesan… Tú me diriges una de esas miradas de ternura, y me dices que estás conmigo. Y que siempre lo estuviste. Y no puedo evitar preguntarte qué quieres de mí, por qué te has fijado en mí, si no soy nada; si yo también te clavé en la cruz, y lo sigo haciendo cada día. Mis clavos se llaman indiferencia, envidia, orgullo, desconfianza, miedo, timidez, egoísmo, falta de compasión… igual no se ven si no nos fijamos bien, pero llegan muy hondo. Traspasan el cuerpo para clavarse en el corazón.
Tú eres Dios, Tú sabes lo que siento, no dejes que me siga quedando quieta, ocultando el miedo con excusas y sin enfrentarme a nada. No quiero seguir mirando cómo son clavados en sus cruces los que sufren, quiero dejar que me ayudes para poder ayudar. Quiero abandonar mis clavos y seguir tus pasos. A la luz de la fe. Contigo como guía. Gracias, Señor.

Lara Bernedo. Comunidad de Jóvenes “Cardenal Martini sj”

martes, 1 de abril de 2014

CURA MI CEGUERA


Jesús-Luz, cura mi ceguera,
que me pueden las tinieblas, peligrosas, feas.
Guía mis pasos en mi noche,
como hiciste con los Magos y su estrella.
Aplica a mis ojos el colirio de la verdad,
y sácame de la noche, como hiciste a Nicodemo;
quiero verte, que te vea.
Limpia mis ojos con el colirio de la esperanza,
como al anciano Simeón;
con el colirio de tus signos misericordiosos,
como al Bautista;
con el colirio de tu gloria,
como en el Tabor;
con el colirio del perdón,
como a Pedro;
con el colirio del amor,
como a Magdalena;
con el colirio del pan y la palabra,
como en Emaús;
con el colirio del dolor y las llagas,
como a Tomás, o el buen ladrón;
siempre con el colirio de fe.